Por JORGE GÓMEZ PINILLA
Hola. Muchos de ustedes saben que en mi último video acusé a Abelardo de la Espriella de ser un matón en dos versiones: de los que mandan a matar gente, y matón de juzgado. Lo primero hacía referencia a que en dos columnas suyas, una en El Heraldo de Barranquilla y otra para Los Irreverentes, invitó a matar primero a Nicolás Maduro y luego a Gustavo Petro. Y el video lo hice en respuesta a la sentencia de un juzgado de esa misma ciudad, Barranquilla, que pretende obligarme a pagarle al demandante diez millones de pesos por supuestos daños morales a su honra.
Pues bien, les cuento: en días pasados me lanzó una nueva amenaza de denuncia penal, mediante un documento con membrete de su oficina de abogados fechado en noviembre (sin día conocido), que tituló así: “Solicitud de rectificación y eliminación de afirmaciones contenidas en mensajes de Twitter y en el video titulado “Abelardo de la Espriella, un matón en dos versiones”. Como dice el refrán popular, vuelve la mula al trigo. (Ver documento) ¿Y qué pretende con esto? Amordazarme, callarme, silenciarme, que no vuelva a hablar de él. Pero como dicen en los billares, TACA BURRO.
En lugar de honra, yo diría que ese señor transita por la deshonra desde los días del Pacto de Ralito. Hoy, después de que a su suegra la despidieron del consulado en Miami porque se negaba a renunciar (Ver noticia), De la Espriella anda convertido en un abogado decadente que se vale de mangualas jurídicas para hacer ruido en los medios.
Pero vamos al grano: lo que no conté en el video anterior es que al día siguiente de la columna donde proponía matar a Maduro, el entonces director del periódico insignia de Barranquilla, Marco Schwartz, lo retiró como columnista, con estas palabras: “Llamé al autor de la columna para expresarle mi profundo desacuerdo, para transmitirle que esos principios no encajan en la línea que yo pretendo imprimir al periódico. No encuentro justificable bajo ningún aspecto que desde las páginas de opinión de EL HERALDO se instigue al homicidio y la violencia”.
Lo llamativo es que De la Espriella no escarmentó, porque ocho meses después hizo lo mismo, pero con Petro, ya desde una cloaca del periodismo llamada Los Irreverentes, donde dijo: “Petro no es un juego: hay que reconocer que es todo un fenómeno político que cada día gana más fuerza. (…) Invito a los colombianos a que no sean indiferentes ante la criminalidad, a que pongan el pecho (…) y, si es del caso, a que aprieten el gatillo sin remordimiento, cuando sea menester”.
¿Por qué andaba tan envalentonado, mandando a matar gente a diestra y siniestra? Por lo siguiente: a Maduro propuso asesinarlo al final del gobierno de Santos (2017), con la oposición uribista fortalecida tras el triunfo del NO en el plebiscito. Y cuando invitó a matar a Petro, Iván Duque acababa de ser elegido presidente. O sea, creía que tendría el mundo a sus pies si lograba que algún loquito fanático matara a Petro.
Recurriendo tan solo al sentido común, no es de ningún modo comprensible que en menos de un año un tipo acuda a dos medios diferentes para incitar a cometer sendos asesinatos, uno contra un presidente en ejercicio y otro contra un rival político que cogía fuerza y al que quería evitar que llegara a ser lo que es hoy, el presidente de Colombia. Y el autor intelectual de ambos planes macabros no fue a la cárcel. ¿Ah? ¿Quién en su sano juicio lo puede entender?
Es algo inaudito, y obliga a traer de nuevo a colación la noticia de Los Ángeles Times según la cual la Fiscalía de Brasil le abrió investigación al piloto de Fórmula 1 Nelson Piquet por desear la muerte del presidente electo, Inacio Lula da Silva. El crimen del que acusan a Piquet es “incitación a la violencia” porque en un video se le escucha decir: “¿Lula? allá en el cementerio”. Solo por esa insignificancia, por boquiflojo, digamos, Piquet podría ir a la cárcel durante el gobierno de Lula. (Ver noticia).
Pero aquí en Colombia un instigador de dos homicidios llamado Abelardo de la Espriella sigue caminando por las calles y viajando en su jet privado como si fuera uno de Los Intocables que perseguía Eliot Ness. Un rufián de esquina con avión propio, eso les dice todo.
Y ahora va la primicia: en busca de medirlo con la misma vara que hoy mide, me puse a investigar hasta qué punto ese señor está libre de culpa en el terreno judicial, y las sorpresas han sido grandes. Y numerosas. Por ejemplo:
¿Es verdad o mentira que Abelardo de la Espriella comenzó su fortuna cuando Sabas Pretelt lo llevó de su mano ante la cúpula paramilitar reunida en Ralito y terminó timándolos en miles de millones de pesos, prometiéndoles lo que sabía que no les podría cumplir?
¿Cuántas investigaciones se han abierto contra Abelardo de la Espriella, cuántas están archivadas y cuantas permanecen activas en línea de tiempo? Habremos de saberlo.
¿Qué se sabe de una investigación que adelanta el Departamento de Estado de EE.UU. por su papel como abogado defensor de Álex Saab? ¿Es verdad que la abogada María Paula Escorcia, del bufete de Abelardo de la Espriella, contribuyó a retrasar en tres años la presentación de Saab ante una corte de la Florida, según dijeron fuentes norteamericanas a Noticias Caracol?
¿Es cierto o no que hace seis años avanza una denuncia penal por los delitos de fraude procesal y concierto para delinquir, donde se señala a esa oficina de abogados como presunta responsable de dichas conductas, a raíz de haberse apropiado de la Universidad Autónoma de Barranquilla?
Por último, hay un tema que no puedo dejar por fuera: dije atrás que un juzgado de Barranquilla pretende obligarme a pagar diez millones de pesos. Y ocurre que no soy millonario, no viajo en avión privado, ni siquiera tengo carro propio, lo único propio que tengo es una bicicleta. Menos poseo el poder económico o las conexiones políticas del que intenta acorralarme jurídicamente. Soy un periodista que trata de ganarse la vida con el ejercicio de su profesión. ¿Cómo? Escribiendo. He cometido errores, por supuesto, como todo ser humano. Pero siempre he ido en busca de la verdad, con honestidad intelectual.
Y ahora, según un juzgado de Barranquilla, debo pagar diez millones de pesos, que no tengo. Hace unos días un abogado y periodista solidario -también de Barranquilla, vaya coincidencia- proponía hacer una colecta para conseguir esa plata. Aquí entre nos, yo sí sería partidario de hacer una colecta, pero no para pagar una plata que no debo, sino para asumir los costos de mi defensa. Y diez millones de pesos es sin duda una suma muy pequeña para lo que cuesta enfrentar a tan poderoso perseguidor.
Ahora bien, pedir plata no es el tema que nos ocupa. Hoy pienso es en cómo defenderme del tirano de los incisos legales, cómo derrotarlo en franca lid, cómo lograr que no se salga con la suya. Y ante esto hay dos anuncios por hacer: uno, que entablaré denuncia penal contra el demandante por constreñimiento ilegal, pues pretende impedirme con nuevas amenazas escritas que yo continúe en el ejercicio libre de mi trabajo como periodista.
Y dos, que hasta ahora comienza la tarea en torno a la cual ya suministré aquí algunos adelantos. Como dije atrás, “con la vara que mediste serás medido”. Seguiremos informando.