Abelardo de la Espriella, un matón en dos versiones

Motivado ante todo por la indignación, hoy quiero brindarle en bandeja de plata al abogado Abelardo de la Espriella la oportunidad de que me entable una nueva demanda, civil o penal, por injuria o por calumnia, lo que le apetezca. Quiero acusarlo de matón, algo mucho más grave que la frase por la cual un juzgado de Barranquilla pretende obligarme a pagar la suma de 10 millones de pesos por haberle causado supuestos daños morales.

Sí señores, lo acuso de ser un vulgar matón en dos versiones: una, la del que ordena asesinar a alguien, o si no lo ordena al menos incita -o invita- a cometer el crimen. Este era el argumento central que yo tenía el pasado viernes 4 de noviembre cuando acepté la invitación que me formuló una colega suya -o sea también abogada, pero en prácticas de periodismo con W Radio- a sostener un careo con él. Yo acepté porque creí que se trataba de una entrevista con la mesa de trabajo de esa emisora. Pero, oh sorpresa, comprobé que eran únicamente los dos abogados, no conmigo, sino contra mí. Ante la primera pregunta, comencé por recordar las cosas verdaderamente graves que él había escrito en dos columnas por los mismos días en que me entabló la demanda, y entonces la núbil periodista vio que el plan de hacerme una encerrona se le iba saliendo de las manos y cortó la entrevista de manera abrupta, cuando no llevábamos ni cinco minutos al aire.

Y ahora sí voy al grano, hablando del matón que incita a cometer homicidio, basado en dos frases donde invitó abiertamente a matar primero al presidente Nicolás Maduro (Muerte al tirano), y siete meses después al hoy presidente Gustavo Petro.  

En la primera ocasión, con fecha 9 de julio de 2017, dijo: “Los venezolanos de bien y la comunidad internacional en pleno deben entender que la muerte de Nicolás Maduro se hace necesaria para garantizar la supervivencia de la República. No se trataría de un asesinato común, sino de un acto patriótico que está amparado por la constitución venezolana y que resulta, por demás, moralmente irreprochable”. Oigan eso: “moralmente irreprochable”.

Y en la segunda, siete meses después (febrero 3 de 2018), en columna titulada De la legítima defensa a la defensa de la patria, así escribió: “Petro no es un juego: hay que reconocer que es todo un fenómeno político que cada día gana más fuerza. (…) Invito a los colombianos a que no sean indiferentes ante la criminalidad, a que pongan el pecho (…) y, si es del caso, a que aprieten el gatillo sin remordimiento, cuando sea menester. Por abogado, no se preocupen: pongo a disposición gratuitamente mi firma para defender(los)”. (Ver columna).

Y ahora, comparen con la frase que yo escribí en el interregno entre esas dos columnas, con fecha 13 de junio de 2017, detonante esta de la demanda que el picapleitos en mención me entabló: “Los Irreverentes es una página sin dirección conocida ni responsable legal, dedicada a calumniar y denigrar de todo lo que no sea uribista. Se dice que es financiada por Abelardo de la Espriella y cuenta con su orientación informativa. (Ver columna).

¿Perciben ustedes que ahí yo lo acuso de haber cometido algún delito? ¿Verdad que no? Pero 48 horas después de esa publicación recibí una carta con membrete de su oficina de abogados, donde decía: “Debo conminarlo a que en el término de la distancia haga la respectiva rectificación, pues me imputa usted la comisión del delito de calumnia”.

A renglón seguido me brindaba “la oportunidad para que, en el mismo espacio, con la misma difusión y en el mismo medio, se retracte de ese señalamiento temerario”, so pena de verme “en la obligación” de formular la respectiva denuncia penal”.

Es aquí entonces cuando nos adentramos en la segunda versión, la de matón de juzgado. ¿Cuál es la prueba reina que tengo para formularle esta segunda acusación? Que hasta la fecha ha entablado no una ni 2 ni 3 ni 4 ni 5… sino 15, óigase bien, 15 demandas contra periodistas que según su óptica persecutoria lo han calumniado, como lo reconoce en el video que publicó en su cuenta de Twitter anunciando con bombos y platillos que un juzgado de su currambera Barranquilla había actuado a favor suyo. (Ver video).

De entrada, el demandante miente cuando dice que la sentencia fue producto de haberlo calumniado “en tres virulentas columnas”, pues su demanda se centra en la frase que ya cité, y las dos columnas posteriores fueron para defenderme de los ataques jurídicos que comenzó a librar contra mí y contra El Espectador. Pero lo llamativo es cuando dice que “de los miles de periodistas que tiene Colombia, he tenido controversias judiciales solo con 15 de ellos, todos militantes de izquierda que posan de independientes”. (Minuto 3:23). Ah, y también ataca a la Fundación para la Libertad de Prensa cuando habla de ciertas “asociaciones con sesgos ideológicos como la FLIP, a cuyos miembros también me he enfrentado y he derrotado en los estrados judiciales”. ¿Cuándo enfrentó y derrotó a la FLIP? Otra mentira.

Entre los periodistas víctimas de su persecución brilla con luz propia la directora de Noticias Uno, Cecilia Orozco, a quien demandó por supuestos contenidos difamatorias en cuatro de sus columnas, y pedía como indemnización no diez sino 45 millones de pesos… y perdió. (Ver noticia).

Y ustedes se preguntarán: ¿por qué Cecilia Orozco sí ganó y yo perdí? Para hallar parte de la respuesta vayamos al pasado 16 de junio, día en que a las 8:28 de la mañana el juzgado 4 civil de Barranquilla me citaba a una audiencia virtual… para las 9:30 de ese mismo día, como se aprecia en pantallazo. Aquí, pregunto: ¿está uno obligado a asistir a una audiencia programada para una hora después de emitida la citación? ¿No habría acaso ahí un claro indicio de que el demandante y el juzgado actuaron con la celeridad requerida en el recorte del tiempo para impedir que yo asistiera a esa audiencia y, en tal medida, esa ausencia obrara en contra mía?

Sea como fuere, debo reconocer como un error que debido a mi total desconocimiento de los temas legales, me desentendí del proceso porque siempre consideré deleznable la acusación, traído de los cabellos que pudiera ser condenado por esta frase, repito: “Los Irreverentes es una página sin dirección conocida ni responsable legal, dedicada a calumniar y denigrar de todo lo que no sea uribista. Se dice que es financiada por Abelardo de la Espriella y cuenta con su orientación informativa.

Hablé atrás de la ausencia mía que se dio en esa citación, y la palabra adquiere importancia, porque todo indica que fui condenado in absentia, según una primera valoración legal del abogado que asumirá mi defensa, Miguel Ángel del Río, en procura de una tutela que ponga las cosas en su lugar.

Se tratar en últimas de demostrar cómo en mi caso también operó la poderosa maquinaria legal que el uribismo en general y Abelardo de la Espriella en particular han desatado contra el periodismo independiente y contra todo lo que les huele a petrismo o al Pacto Históricos hoy triunfante.

Ya para terminar, con fecha 4 de noviembre encuentro en Los Ángeles Times una noticia según la cual la Fiscalía de Brasil le abrió investigación al piloto de Fórmula 1 Nelson Piquet por desear la muerte del presidente electo Lula da Silva. El crimen del que se le acusa es “incitación a la violencia”, porque en un video, se le escucha decir: “¿Lula? allá en el cementerio”. (Ver video). Mientras tanto aquí en Colombia un abogado -no un deportista sino un hombre de leyes- invita a matar a Nicolás Maduro y a Gustavo Petro, y no pasa nada. Pero eso sí, persigue con demandas a todo periodista que se atreve a criticarlo. ¡El mundo al revés, hombre!

DE REMATE: Este reportaje de Cuestión Pública señala que según la FLIP “la mayoría de los procesos penales por injuria y calumnia no llegan a una condena o son archivados, pues casi nunca tienen un sustento que les dé posibilidades de éxito”. Precisamente por esto no le di ninguna importancia a lo que consideré una bufonada del abogado acosador. Pero la batalla no se ha perdido.

@Jorgomezpinilla

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