Ahora sí: ¿cómo es que es la movida?

Por PACHO CENTENO

Ha ganado la presidencia Gustavo Petro Urrego, quien representaba los anhelos de los excluidos, los diferentes y los ninguneados. Sin embargo, a partir del 7 de agosto representará los anhelos de todos los colombianos. Por eso resultan destacables las palabras de su discurso sobre la necesidad de establecer un Pacto Nacional, que fue lo mismo que se hizo cuando se acordó la actual Constitución en 1991. No sé si recuerdan el sentimiento que nos embargó ese día, cuando vimos a Antonio Navarro, Horacio Serpa y Álvaro Gómez firmando el documento final de la Constituyente, que luego refrendamos en las urnas y convertimos en Constitución. Aquello fue poesía pura, como lo está siendo ahora la elección de Petro, un exguerrillero al que la ciudadanía le otorgó el poder de dirigir los destinos de la Nación.

No es el primer exguerrillero en Latinoamérica que lo logra: Lula lo hizo en Brasil y Mujica en Uruguay. Para Lula no fue fácil consolidar los cambios que el pueblo demandaba y muchos de sus logros sufrieron un total retroceso, especialmente en el tema ambiental, con la llegada de Bolsonaro, quien usurpó con argucias la frágil democracia brasilera. A Mujica le fue mucho mejor, por su talante tranquilo y sabio, y porque no es lo mismo gobernar un país de 3.5 millones de habitantes y 176 mil kilómetros cuadrados, que uno de 8.5 millones de kilómetros cuadrados y 212.5 millones de habitantes. Colombia tiene 51.6 millones de habitantes y un poco más de 1.1 millones de kilómetros cuadrados, una buena parte de ellos sin control absoluto del Estado.

Uno de los grandes retos de Petro será hacer llegar el Estado a esos lugares, pero también a los excluidos en la periferia de las grandes ciudades, gobernados por bandas criminales. Si uno mira el mapa electoral, quienes le dieron la victoria a Petro fueron los territorios más excluidos y Bogotá, que recibe la mayor parte de la migración interna provocada por la violencia y la falta de oportunidades. Para lograrlo deberá desmantelar la criminalidad, que solo es posible hacerlo a través de ofertas de estudio y trabajo para los jóvenes, la población mayoritariamente cooptada por las bandas. Aunque algunos crean que lo mejor es hacerlo a lo Bukele en El Salvador, un país de tan solo 21 mil kilómetros cuadrados (una tercera parte más pequeño que Santander) y 6.5 millones de habitantes (dos terceras partes más poblado que Santander). Lo único que tenemos en común con El Salvador es que no supimos hacer bien la paz: aquí la hicimos trizas y allá la volvieron sociedades criminales («las maras») consentidas por los políticos de derecha y la guerrilla desmovilizada del FMLN.

Los problemas sociales que tiene Colombia son innumerables y las desigualdades abismales. Por eso me parece inteligente por parte de Petro el llamado a un Pacto Nacional y resalto la disposición que, protocolariamente, han expresado los gremios económicos para trabajar de manera conjunta en bien del país. Convendría también que cada colombiano lo haga, al margen de su inclinación política. La campaña acaba de pasar la página con la elección del nuevo presidente. Es hora de perdonarnos los excesos, de modular el lenguaje y sentarnos a la misma mesa para concertar el futuro de la Nación.

Colombia no es el país de Uribe, ni el de Petro, ni el de ningún otro político. Colombia es el país de todos los que aquí vivimos.

La vida nos regala una nueva página en blanco para escribir una buena historia. Depende de nosotros que sea buena o mala.

@pacho_centeno

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