Por PACHO CENTENO
Son las 3:09 de la mañana y acabo de tener un incidente de pánico.
Anoche me acosté con mucha ansiedad. Estuve todo el día escribiendo una historia que me habían encargado, sobre un colombiano que migró ilegalmente a Estados Unidos a finales de los 90 y se convirtió en un empresario exitoso. Además, estuve pendiente del cielo con la expectativa de ver el anunciado eclipse.
La última vez que vi un eclipse debía tener ocho o nueve años y quería repetir la experiencia. El cielo en la Mesa de los Santos (Santander) estuvo nublado desde temprano y hasta pensé que llovería. Me sumergí en la historia del empresario y solo hice una pausa alrededor de las 2 de la tarde. ¡Carajo, no había almorzado! Entonces decidí prepararme algo de la despensa, antes que ir al restaurante: suelo hacerlo cuando el cielo amaga lluvia.
Los perros estaban ansiosos, porque acostumbro a darles de comer a las 12, por tarde a la 1. Alcancé a pensar que lo del eclipse había sido una Fake News o una de esas bromas que suelen inventarse los malditos Influencers para ganar Likes (uno ya no sabe qué creer ni a quién creerle). Pero había sido cierto. Entré a Internet y aún seguían comentando el asunto y entrevistando a astrónomos y personas del común, todos maravillados con la experiencia. En fin, así hubiese estado más atento no lo habría podido ver por culpa de las nubes, que no se fueron en todo el día.
Seguí escribiendo la historia del empresario y sólo paré a eso de las 8 de la noche. Para despejar mi mente decidí ver una película, luego de darles de comer a los perros. No tengo Netflix y suelo pescar películas viejas en Youtube. Sin embargo, la que escogí no era muy vieja, quizá la hicieron hace unos quince o veinte años. Empezó siendo un drama familiar y terminó siendo una conspiración terrorista en Estocolmo, con atentados y bombardeos y gente buscando refugio para salvarse.
Antes de que terminara la película me quedé dormido, sentado frente al computador. Suele ocurrirme a menudo, aunque no me molesta, porque apenas me meto entre las cobijas me viene el sueño de nuevo y, salvo que me den ganas de orinar, no me despierto hasta las 6 o 7 de la mañana. Hace un rato me ocurrió. Me levanté, encendí las luces y bajé al baño a orinar. Cuando regresé a la habitación me los encontré de frente: eran tres y me estaban esperando, listos para atacarme.
No encuentro palabras para describirles el pánico que sentí. Voy a tener que hacer algo con estos malditos zancudos. A pesar de que los maté, no he podido volver a conciliar el sueño.
Maldito Kafka.