Hablando del palo que se le ha dado a la prensa en Colombia, el caso más reciente es el de la revista Vorágine, que ha recibido amenazas por sus investigaciones profundas sobre las conexiones entre el empresariado, la política y el paramilitarismo, que han puesto al descubierto redes de corrupción y complicidad que han operado durante décadas. Sus investigaciones han revelado información sensible que compromete a poderosos intereses económicos y políticos, y, al exponer las redes criminales y los vínculos entre el paramilitarismo y otros sectores, estas publicaciones han tenido un impacto social significativo, que ha generado debates públicos y movilizaciones sociales. Esto ha molestado a aquellos que buscan mantener el statu quo y, debido a las amenazas directas contra uno de sus periodistas, Vorágine se vio obligada a suspender temporalmente la publicación de sus investigaciones.
Las violaciones a la libertad de prensa causan, como en este caso, autocensura, por temor a represalias, pero, además, restricción de la información, que priva a la ciudadanía de información relevante para tomar decisiones informadas y, por lo mismo, debilita la democracia (o lo que queda de ella en Colombia).
(Un mal ejemplo de “libertad de prensa” y “libertad de expresión” es Semana y sus “periodistas”. La prensa debe ser responsable, con información verdadera y argumentada y derecho a réplica, y no utilizarse como burladero).
Cuando decimos “violencia contra la libertad de prensa”, hablamos de amenazas y crímenes ejecutados contra periodistas, como la de Vorágine y, más allá, la de María Teresa Ronderos, hostigada y amenazada a lo largo de su carrera por sus investigaciones sobre grupos paramilitares y narcotráfico. ¿Casos concretos? Pongo tres, entre muchos: Silvia Duzán, asesinada por paramilitares en Cimitarra en 1990. Jineth Bedoya, secuestrada, torturada y violada en 2000 mientras cubría una investigación sobre el tráfico de armas en una cárcel de Bogotá. Jaime Garzón, asesinado en 1999 por su crítica a los grupos paramilitares y a la corrupción política.
¿Qué se puede hacer? Varias cosas: Es fundamental denunciar ante las autoridades competentes y las organizaciones defensoras de los derechos humanos cualquier violación a la libertad de prensa. Es necesario fortalecer las instituciones encargadas de garantizar el Estado de derecho y proteger a los periodistas. La sociedad en su conjunto debe rechazar cualquier forma de violencia contra los periodistas y promover el respeto a la libertad de expresión. Las investigaciones periodísticas son fundamentales para visibilizar los crímenes del pasado y exigir justicia para las víctimas, como lucha efectiva contra la impunidad.
Un periodismo libre e independiente es esencial para fortalecer la democracia y garantizar el Estado de derecho; frente a ello, conocer la verdad sobre el pasado significa la posibilidad de tomar medidas para prevenir que se repitan hechos similares.
@PunoArdila
El llamado Cuarto Poder ha desaparecido con los periodistas arrodillados a quienes el pagan.