Audiencias embrutecidas, responsabilidades compartidas

Vuelve Petro a lanzar pullas contra los medios masivos. En particular contra RCN y Caracol, a los que responsabiliza de haber «embrutecido» a la sociedad colombiana. La reacción de otros medios no se hizo esperar y dio vida a titulares en los que se habla de ofensa presidencial, de brutal arremetida intimidante contra la libertad de prensa. Exageraciones de las empresas mediáticas que hoy hacen oposición política al gobierno, usando sus páginas informativas y editoriales.

Es difícil medir cuánto del estado de “embrutecimiento o adormilamiento” que padece sufrir un colombiano obedece al consumo de información noticiosa o de productos como novelas, reality shows o programas de chismes y chistes. Sábados Felices, por ejemplo, es responsable de la naturalización del racismo, el machismo y el clasismo, por las burlas que cada sábado sus humoristas hacen de los negros, de los pobres y de las mujeres.

Creo más bien que hay una responsabilidad compartida entre las audiencias “embrutecidas”, los medios informativos y las firmas privadas que, a través de la pauta, apoyan el ejercicio periodístico corporativo. Incluso, esa responsabilidad hay que trasladarla a sucesivos gobiernos y al Estado mismo, por los millones de pesos gastados en pauta oficial.

Aunque recientes encuestas aseguran que los niveles de lectura de libros subieron, en general el pueblo colombiano no lee y cuando lo hace, no entiende lo que leyó. Mucho menos puede hacer lecturas cruzadas, en el marco del pensamiento complejo y crítico.

Durante el gobierno de Uribe Vélez fue evidente la intención de la Gran Prensa bogotana de consolidar el unanimismo en torno a la figura mesiánica del entonces presidente antioqueño.

En universidades privadas era común ver estudiantes “uribizados”, a los que les molestaba que algún profesor criticara la Seguridad Democrática o cuestionara al político paisa por su pasado en la Aeronáutica Civil, o citara libros donde se le señalaba como responsable de las masacres del Aro y La Granja, o el asesinato de José María Ovalle. En este contexto recomiendo leer dos libros que explican lo que vivió Colombia en materia de construcción de una opinión pública acrítica, adormecida y, según Petro, “embrutecida”. Las ficciones del poder, de Fabio López de la Roche; y Medios de comunicación y seguridad democrática: de la democracia radical al unanimismo ideológico, del suscrito autor.

Lo sucedido entre 2002 y 2010 sirve para señalar que efectivamente RCN y Caracol en gran medida son responsables de haber construido durante muchos años unas audiencias incapaces de sentir respeto y empatía por los más vulnerables y, de manera selectiva, por afros, indígenas y campesinos; de hacer lecturas complejas de los hechos noticiosos y confrontar los reduccionismos y los ocultamientos periodísticos expresados durante años. Por ejemplo: esos medios, junto a otros, nos hicieron creer que el único problema del país era la existencia de la guerrilla, lo cual permitió ocultar la corrupción y el ethos mafioso, dos componentes de un problema que no nos deja avanzar como sociedad ni como Estado moderno. Bastó con el silenciamiento de los fusiles por parte de las Farc-Ep, para darnos cuenta de que lo que reina en Colombia es la impunidad y la corrupción público-privada.

Está muy bien que colegas de otros medios salgan a defender a RCN y a Caracol, pero deberían sentarse al menos hacer un mea culpa, una vez lean las dos investigaciones aquí recomendadas y miles de libros de análisis de los tratamientos periodísticos a hechos noticiosos que la Academia ha publicado desde hace mucho tiempo.

Entre las audiencias embrutecidas de las que habla el presidente Petro, no se puede incluir a quienes poco o nada les importa lo que pasa en su país. Muchos de estos “importaculistas” lo hacen por conservar la salud mental. Lo que no se puede negar es los efectos negativos que los media producen en las audiencias, en particular sobe aquellos ciudadanos que consumen noticias, novelas y programas de chismes, entre otros, con un bajo o nulo capital cultural. Allí puede empezar el proceso de embrutecimiento.

No podemos olvidar que cientos de miles de colombianos salieron berracos a votar en el plebiscito por la paz, porque fueron convencidos de que al votar SÍ al acuerdo de paz de La Habana, corrían el riesgo de que sus hijos se convirtieran en homosexuales, por efecto del rayo homosexualizador. Sin duda, un claro ejemplo de unas audiencias ignorantes, además de homofóbicas.

Adenda: El importaculismo alude a las personas a las que les importa un reverendo jopo lo que pase en Colombia.

@germanayalaosor

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