Por RAFAEL NARBONA
Se ha criticado muchas veces la pasividad de las democracias occidentales durante la Shoah, cuya existencia se conocía desde 1942, cuando Jan Karski, diplomático polaco, informó a Roosevelt y Churchill de lo que sucedía en el Este de Europa. Hoy sabemos lo que está sucediendo de Rafah y Alemania, Francia, Reino Unido y EEEUU, lejos de adoptar medidas disuasivas, siguen apoyando el genocidio impulsado por Netanyahu, un criminal de guerra que jamás responderá por sus actos, pues goza del apoyo de las grandes potencias occidentales y se beneficia de la inhibición de muchos países árabes. EEUU e Israel no reconocen la Corte Penal Internacional y nadie moverá un dedo para que Netanyahu se siente en el banquillo, pese a que es el responsable del asesinato de más de 40.000 civiles palestinos, la mayoría niños.
Karski logró infiltrarse en el gueto de Varsovia y en un campo de tránsito, lo cual le permitió ser testigo del genocidio que se había puesto en marcha. Detenido por la Gestapo, fue brutalmente torturado, pero logró fugarse y realizó una gira por las democracias que aún no se hallaban bajo la bota nazi, relatando lo que había presenciado. No sirvió de nada. Los aliados se encogieron de hombros. En 2024 se repite la historia. El gobierno israelí ha ocupado los puestos fronterizos que se utilizaban para abastecer de ayuda humanitaria a millón y medio de refugiados. Se está privando a las familias palestinas de alimentos, agua, electricidad y asistencia sanitaria. Es imposible no establecer analogías con la destrucción del gueto de Varsovia. La derecha, tradicionalmente antisemita, hoy apoya los crímenes del sionismo. Milei, Díaz Ayuso, Abascal, Trump, Aznar, celebran las bombas israelíes y animan a continuar la agresión contra Gaza.
No se puede negar a los palestinos el derecho de resistencia, pues Gaza y Cisjordania están ocupadas, pero cuando se utiliza la violencia contra la población civil, no se puede hablar de resistencia, sino de terrorismo. Es lo que hizo Hamás el 7 de octubre de 2023 y es lo que hace hoy Israel. Hamás asesinó a 1.200 israelíes. No todos eran civiles, pero sí la mayoría. Las Fuerzas de Defensa de Israel han asesinado a más de 40.000 palestinos, pues también hay que contar los cadáveres sepultados por los escombros. Solo un 15% eran milicianos de Hamás. El terrorismo de estado de Israel es mucho más inmoral, pues se ejerce desde una posición asimétrica. No hay guerra en Gaza, sino un obsceno genocidio. Hamás debería liberar los rehenes. Su cautiverio es inmoral y cruel, pero no es menos inmoral que el gobierno israelí mantenga en prisión sin cargos a miles de palestinos, aplicando la figura de la detención administrativa, que no exige aportar pruebas ni contempla fecha de juicio. Esos miles de detenidos también son rehenes.
El gobierno israelí acusa de antisemitismo a todos los que se atreven a criticar sus crímenes, sin advertir que su conducta está encendiendo de nuevo los prejuicios contra el judaísmo. Conviene aclarar que sionismo y judaísmo no son términos sinónimos. El sionismo es una ideología supremacista. El judaísmo una tradición digna de respeto que ha realizado grandes aportaciones culturales y científicas. Netanyahu está adoptando el un victimismo que ya nadie se cree. Su demagogia ya solo conmueve a la ultraderecha.
Auschwitz hoy se llama Gaza. Un estado invoca su derecho a existir para perpetrar una limpieza étnica y destruir a un pueblo. La opinión pública está horrorizada, pero los gobiernos miran hacia otro lado. ¿Por qué? Porque el poder real no está en los gobiernos, sino en los grandes grupos empresariales que los controlan. La democracia solo es una fachada que legitima un orden mundial profundamente injusto. Las acampadas que se están realizando en las universidades de distintos países contra los crímenes de Israel en Gaza nos devuelven la dignidad a todos, pues nos demuestran que los ciudadanos no participan de la miseria moral de líderes al servicio de inconfesables intereses económicos y geoestratégicos.
Los intelectuales que evitan pronunciarse sobre estos temas para no perder lectores actúan de una forma tan mezquina como los deportistas que aceptan representar a países donde se violan los derechos humanos. Se echan de menos voces como las de Saramago y José Luis Sampedro. Auschwitz hoy se llama Gaza y los inocentes no pueden esperar a mañana. Todos deberíamos alzar la voz para que cese su sufrimiento. En estos días, el silencio es una indignidad.