«Beau tiene miedo»: el peligro de vivir atemorizado

Por YESS TEHERÁN

El pasado mes de octubre descubrimos que la celebración del día de Brujas ha cobrado cada vez más fuerza en nuestro país, desde eventos para niños hasta fiestas de disfraces para adultos.

Un mercado que se nutre bastante en esta época es el cine de terror. Para despertar miedo, existe una amplia gama de largometrajes que darían para verdaderos maratones, donde la sobreestimulación es el plato fuerte de la jornada. Hay clásicos infaltables como El exorcista (1973), El resplandor (1980) o películas de asesinos psicópatas como Halloween (1978), Pesadilla en la calle Elm (1984) o Viernes 13 (1980).

El miedo es una reacción primitiva, instintiva e intensa que busca alertarnos del peligro, sea real, imaginario, pasado o futuro. Algunos de estos temores habitan en nosotros de manera oculta, esperando pacientemente que cualquier estímulo las detone; miedos que han sido incubados desde la mente de nuestros padres o familiares durante la infancia, con la “buena intención” de prepararnos ante el peligro y sobrevivir en el mundo adulto.

Pero eso el miedo es ‘materia prima’ del cine de terror, y permite explorar distintas maneras de potencializarlo: desde los “jumpscare” o sustos repentinos, hasta aquellas que desarrollan puntos de tensión sicológica. En este segundo renglón, el del miedo sicológico, se inscribe Beau tiene miedo, del reconocido director Ari Aster: jamás había visto un título tan bien puesto para un largometraje, pues su protagonista, Beau, parece incapaz de sentir algo distinto al miedo.

Ari Aster plantea un experimento interesante: aborda un miedo patológico hacia todo lo externo. Sin embargo, lo que vemos es la forma distorsionada en la que Beau ve el mundo. Con una gran actuación de Joaquin Phoenix, la película explora el universo subjetivo del personaje.

De entrada, se plantea la relación conflictiva que el personaje tiene con su madre: un nacimiento conflictivo, traumático, la parturienta que reparte gritos a diestra y siniestra contra el padre y el personal médico. Luego asistimos a un salto temporal, con un Beau ya de edad madura, en terapia psiquiátrica: caminamos junto a él en una ciudad hostil, donde los transeúntes instan a un posible suicida a que se lance de un edificio. Más adelante, el entorno donde vive el personaje: incendios por todas partes, un cadáver en descomposición en la calle, un bailarín de salsa incansable y un pandillero que lo persigue queriendo hacerle daño.

La película puede dividirse en seis escenarios, cada uno de ellos auto conclusivo, con un ritmo propio, sólo interrumpido por el cambio de escenografía, permeado por la disonancia cognitiva de Beau. Las escenas una tras otra muestran una escalada surrealista que empeora la anterior. Por ejemplo, luego de ser arrollado en la calle mientras huía desnudo de su apartamento, despierta en la casa de la mujer que lo atropelló, dentro de una familia estancada por la pérdida del primogénito, que lo secuestra para reemplazar al hijo fallecido. A medida que avanza la trama es inevitable pensar que ya no puede ponerse más siniestro, pero la película es una aplicación perfecta de la ley de Murphy: “si puede salir mal, se pondrá peor”. Y sin retorno.

Incluso los momentos de aparente calma están sobrecargados de pesadumbre y dolor: como la historia de los huérfanos del bosque que lo acogen cuando está perdido: en apariencia está sumergido dentro de un plano onírico en el que por fin es feliz, pero el inconsciente es más poderoso y termina saboteando su único momento de paz.

Beau es un personaje a quien le inculcaron desde siempre el miedo a la muerte y a la sexualidad, incapaz de establecer vínculos con el mundo sin sentirse lastimado o agredido. Y la película es sin duda un intento de experimentación distinta del terror: nos enfrenta a ese miedo que habita en nosotros, con terrores heredado de los mayores.

Por último, plantea un debate interesante e introspectivo sobre cómo nos relacionamos con el mundo externo, esa otredad que también está sumergida en el miedo y la desesperanza.

@barcelonasilvo1

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