Por CARLOS GERARDO AGUDELO
De mantenerse la tendencia, el triunfo incuestionable de Bernie Sanders en las votaciones del Estado de Nevada empieza a plantear un escenario muy interesante en las elecciones estadounidenses: el enfrentamiento de dos polos completamente opuestos entre el republicano ultraderechista Donald Trump y un demócrata socialista, como se define el senador independiente de Vermont.
Aunque Trump solo tiene que seguir (sin oposición) el camino a la nominación de su partido, Bernie tiene que lidiar con un grupo de oponentes que, con excepción de Elizabeth Warren, se definen como demócratas moderados cuya estrategia es ganar el centro. Pero no solo los otros precandidatos están sintiendo pasos de animal grande: el establecimiento demócrata empieza a mostrar señales de pánico ante la fortaleza de su candidato que, llegado el momento de la verdad según ellos, no tendría la elegibilidad como para derrotar al peor presidente en la historia de los Estados Unidos. Este fue el argumento expresado por el precandidato Pete Buttigieg, hasta ahora el segundo en discordia, ante sus seguidores después de quedar tercero en Nevada. Y también lo es el de numerosos columnistas y generadores de opinión en medios institucionales como CNN y el New York Times y el de numerosas vacas sagradas en el partido, quienes miran impotentes cómo Bernie Sanders empieza a acumular delegados, a tal punto que a menos de dos semanas, el “supermartes” del 3 de marzo para ser exactos, podría adquirir una ventaja inalcanzable si barre en los comicios que incluyen votaciones en Texas y California, tres estados de Nueva Inglaterra (Massachusetts, Maine y Vermont) , donde compite contra Warren, y Virginia, Alabama y Carolina del Norte en el sur, entre otros.
Son las primarias las que podrían derrumbar el argumento de la inelegibilidad de un declarado socialista en Estados Unidos. El hecho es que Bernie Sanders salió fortalecido de las pasadas elecciones, donde dio una pelea épica contra Hilary Clinton, quien lo derrotó en las primarias gracias al poder del aparato demócrata que siempre estuvo a su favor. Sanders conservó la organización y a sus seguidores, muchos de ellos jóvenes a quienes no les asusta el remoquete de “socialista”.
En Nevada también probó Sanders que es capaz de construir una base multiétnica, especialmente con el voto hispano y negro, y apelar a segmentos como la población educada y no educada, a los trabajadores sindicalizados, a las mujeres, y especialmente a los jóvenes. Todo esto sobre la base de propuestas que, socialistas o no, representan desde el punto de vista del sentido común, una salida posible al enorme atolladero en que se encuentra Estados Unidos, inmerso como está en una profunda crisis planetaria.
Parte del panorama electoral lo completa la presencia de multimillonarios que como Trump, Stayer o Bloomberg creen que pueden comprar la presidencia. Este último en particular está gastando parte de su enorme fortuna tratando de convencer al electorado de que es una alternativa razonable de centro, un adalid capitalista que probó su capacidad cuando fue alcalde de Nueva York y quien posee un enorme conglomerado mediático basado en información de negocios.
Bloomberg ha prometido que, aunque no salga nominado, seguirá gastando parte de su enorme fortuna en derrotar a Trump, por el que mantiene una antipatía visceral.
Afortunadamente, Sanders tiene platica para pelear. A diferencia de los otros candidatos, a quienes apoyan donantes acaudalados, (con la excepción de Warren) Sanders cuenta con un flujo permanente de pequeñas donaciones que le han permitido construir una fuerte organización nacional para dar la pelea en todos los frentes.
Es muy probable que sea precisamente la enorme repulsión que genera Donald Trump en la mayoría de los electores demócratas la que está generando esa especie de campo de fuerza alrededor de Bernie Sanders. Parte de este fenómeno tiene que ver con el dramático espectáculo del “impeachment” de Trump en el Congreso de Estados Unidos y la abyecta lealtad de los senadores republicanos, muchos de los cuales arriesgaron su permanencia en la cámara alta solamente por el hecho de “absolver” a un presidente culpable más allá de toda duda.
Para poder implementar sus ambiciosas políticas, Bernie Sanders necesita hacerse al control del Congreso. Está por verse hasta qué punto el juicio político a Trump afectará las elecciones de una manera decisiva para el candidato demócrata, quien a estas alturas del camino representa la mejor esperanza que tiene Estados Unidos de enderezar su tortuoso destino.
El gran derrotado parece ser Joe Biden, quien definitivamente no convence. Es posible que su papel protagónico en el juicio a Trump haya afectado también sus posibilidades, aunque no le sobra un prominente rabo de paja adquirido durante sus años como legislador. Lo importante es que, a pesar de tener el aparato del partido demócrata a su favor, el apoyo de numerosos burócratas y políticos profesionales en su partido, y la sombra de Barak Obama vigilándolo, Biden no tiene un mensaje claro ni propuestas definitivas y audaces como las de Sanders y Warren.
Joe Biden es el candidato del establecimiento, por el que votaría Wall Street puesto que no plantea -como sí lo hacen Warren y Sanders- poner a los bancos, a los banqueros y a multimillonarios como Bloomberg y Trump a pagar por sus programas.
El cualquier caso, la pregunta del millón es: ¿si un afroamericano como Barak Obama llegó a la presidencia y si una aberración como Donald Trump también lo hizo, porque no podría hacerlo un socialista como el bueno de Bernie Sanders? El escenario está planteado, la trama sigue su curso y el desenlace está cada vez más cerca.
Medellín, 02/24/2020