Cancelación: mujeres abusadas… y mujeres abusivas

La cultura de la cancelación que opera en las redes sociales se ha hecho especialmente sensible sobre la humanidad de ciertos personajes, debido a algún error que cometieron en su pasado y cuya revelación los sometió al escarnio público, y luego al ostracismo. Una especie de muerte en vida.

Un primer aspecto a tener en cuenta es el de aquellos que han sido objeto de persecución judicial por parte de enemigos políticos que se dedicaron a escarbar en su pasado, hasta debajo de las piedras, con el propósito artero de ‘neutralizarlos’ mediante lo que se conoce como asesinato de carácter, consistente en la destrucción de un prestigio usando como daga letal aspectos de la vida privada que logran develar ante los ojos de la opinión pública.

Sobre este escenario -más mediático que judicial- brillan con luz propia los nombres de Julio César González (Matador) y Hollman Morris, hermanados en una doble coincidencia: ambos fueron víctimas del abogado uribista Abelardo de la Espriella, y a ambos salieron a defenderlos las respectivas mujeres que se vieron envueltas en el escándalo.

A Matador lo defendió su propia esposa, que supo perdonarlo luego de una borrachera de diez años atrás, y a Hollman también lo perdonó su exesposa e hizo un video donde dijo que “tu nombramiento en RTVC es una oportunidad maravillosa que se abre para ti. Has reconocido tus errores. Te felicito porque has caído, pero te has levantado con valentía”. (Ver video).

Hay un tercer caso aún no resuelto, cuyo juicio apenas comenzó en días pasados y envuelve al profesor universitario Fabián Sanabria, también acérrimo crítico del uribismo y hoy objeto de denuncia por parte del joven Steeven Vargas, quien lo acusa del delito de “acceso carnal agravado por la confianza”. Tiendo a pensar que al final la justicia obrará a favor de Sanabria, pues la acusación gira en torno a un encuentro que ambos sostuvieron hace diez años, lo cual genera suspicacias: ¿a cuento de qué tan trasnochada denuncia, una década después? (Ver noticia).

Hay otros casos que se deben mirar con ojo más crítico, como el del cineasta Ciro Guerra (El abrazo de la serpiente) y el del brillante cronista Alberto Salcedo Ramos, coincidentes en que fueron acusados por mujeres que habrían sido víctimas de sus abusos, y en que los señalados niegan toda culpa. Mientras Salcedo afirma que sostuvo “relaciones de adultos” con las demandantes Alejandra Omaña y Angie Castellanos, Ciro Guerra en bélica respuesta aseguró que se trata de acusaciones “horrorosas, mentirosas y malintencionadas”, y pidió la nulidad de las acusaciones de acoso sexual alegando que “soy humano, tengo errores como cualquiera”. Aquí entre nos, el serio problema que enfrenta el cineasta es que a él no lo señalan dos ni tres mujeres… sino ocho. (Ver noticia).

Si de coincidencias se ha de hablar, un aspecto inocultable en todos los casos anteriores es lo que se conoce como sororidad, consistente en que por ser mujeres las afectadas, muchas colegas de género se ponen a su favor. Algo sin duda digno de aplauso, excepto cuando se convierten en idiotas útiles de los perseguidores, pues no se les pasa por la cabeza que existe la presunción de inocencia ni que todo acusado debe ser sometido al debido proceso, y arremeten contra este en abigarradas filas solidarias, lanza en ristre, todas a una, con base en una evidencia inocultable: es hombre.

A esta altura conviene volver sobre lo ocurrido con Hollman Morris, pues fueron mujeres (sobre todo del entorno cercano a Claudia López) las que sabotearon su aspiración a la alcaldía de Bogotá después de que se encargaron de juzgarlo, lapidarlo y condenarlo exprofeso, pasando por encima de cualquier atenuante probatorio y con un ánimo más de vindicta que de buscar que obrara la justicia. Y esta obró y lo declaró inocente, pero mucho después de que el daño estuvo hecho.

Lo cierto es que en defensa de una supuesta abusada muchas mujeres han pasado al abuso contra el acusado, al asumirse como un tribunal de inquisición que no admite el derecho a la defensa y omite adrede cuando este ha sido exonerado por la justicia, convirtiéndolo también en víctima de matoneo, de insultos, de descalificaciones a priori.

Vale la pena hacer énfasis entonces en la situación de descrédito que por cuenta de cierto feminismo radical sigue afectando a Hollman Morris, y sin desconocer que muchas mujeres hoy también lo apoyan, en momentos en que se hace inobjetable que es la persona más indicada para asumir la gerencia de RTVC (ver columna al respecto). Pero, vaya paradoja, se lo impiden incluso ofuscadas copartidarias suyas, de un modo en que terminan por hacerle daño a la causa política que dicen defender.

Es desde todo punto de vista encomiable que le brinden su apoyo a toda mujer sometida a abuso o atropello, pero sin olvidar que podrían transformarse en atropelladoras si desconocen algo que en días recientes me pareció leerle en Twitter a un expresidente: “no hay deudas impagables, sentencias eternas ni culpas no expiables”.

Moraleja y conclusión: mujeres, acusen… pero no abusen.

@Jorgomezpinillla

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