¿Carlos Carrillo, presidenciable?

Supimos de la existencia de Carlos Carrillo a raíz de una investigación suya (Peñalosa y su trancón de intereses), donde demostró que el dos veces alcalde de Bogotá era el mayor promotor de Transmilenios y de autobuses Volvo en el mundo, y que como presidente del Institute for Transportation and Development Policy le habían girado 468.394 dólares.

Fue toda una revelación periodística, a la que incluso Daniel Coronell le dedicó una columna en Semana (Condenados al bus, febrero de 2016), producto de una conversación que sostuvo con Peñalosa tras la lectura del artículo de Carrillo. Un tiempo después fue el suscrito columnista quien lo mencionó en El Espectador a raíz de otra revelación suya, según la cual la hoja de vida de Enrique Peñalosa mostraba un doctorado en administración pública que nunca tuvo. (Ver columna).

Las frontales denuncias de Carrillo contra Enrique Peñalosa terminaron dándole luz propia en el escenario político, al punto de salir elegido concejal (2020–2023) por el Polo Democrático, desde donde fue un duro crítico de la gestión de la alcaldesa Claudia López. Luego quiso ser alcalde de Bogotá, pero declinó su candidatura a favor de Gustavo Bolívar.

Dos de las más acertadas decisiones recientes que ha tomado el presidente Petro fueron nombrar a Carlos Carrillo director de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), y a Juan Fernando Cristo como ministro del Interior. En ambos casos para desfacer entuertos, pues con la primera corrigió el protuberante error de meter a Olmedo López a su gobierno, y con la segunda el de haber perdido gobernabilidad por escándalos de corrupción.

Aún no sabemos si Cristo terminará crucificado, algo no descartable si dentro de sus propias filas le revienta como forúnculo en mala parte la oposición alocada de Isabel Cristina Zuleta, quien lo ataca inmisericorde, como si al ministro no lo hubiera nombrado el mismísimo presidente de la República sino Juan Manuel Santos.

En lo referente a Carrillo, una verdad indubitable es que llegó como bombero a apagar un incendio que amenazaba con destruir todo el andamiaje del Pacto Histórico, y terminó convertido en un funcionario impecable, de brillante desempeño, gracias a la lucha frontal que ha librado contra todas las ratas voraces -digámoslo sin ambages- que se habían tomado la UNGRD.

Si se me permite hacer un parangón de credibilidad entre Carrillo y su jefe inmediato el presidente, no habría duda en que el primero se lleva los laureles, sobre todo por algo de lo que carece Petro: Carrillo sí sabe comunicar.

El presidente trina mucho, es cierto, pero faltaría ver si ese modo ‘intenso’ de comunicarse es el correcto o si obtiene el efecto deseado. Es más, hay quienes creen que podría estar provocando el efecto contrario, hasta un punto en que a mucho progresista preocupado se le escucha decir sotto voce que sería deseable un presidente más estadista que tuitero.

En contraste, Carlos Carrillo usa su cuenta de X con la moderación que le atañe a un alto funcionario gubernamental, y se expresa con una asombrosa seguridad y facilidad de palabra. Es de antología una “peinada” que le pegó a Melquisedec Torres cuando el periodista de Caracol quiso ponerlo contra las cuerdas por su supuesta falta de experiencia en lo administrativo, y así le respondió: “me parece honesto decirle que tengo las cualidades morales para ser director de la UNGRD. Usted está siendo falaz con los oyentes cuando sugiere que se violó el manual de funciones para que yo me posesionara. Y no fue así”. (Ver peinada).

Carrillo no solo es mejor comunicador que Petro, sino que tiene su propio equipo de Comunicaciones, al que escucha y el que a veces le pega algún regaño, lo sé de buena fuente.

En trino de hace unos meses dije que “Petro tiene asegurada la continuidad de su proyecto otros cuatro años, si logra demostrar que está librando una lucha sincera contra la corrupción y se dedica a destapar las innumerables ollas corruptas del gobierno anterior”. (Ver trino).

Eso fue cuando aún no había reventado el escándalo de la UNGRD, pero sí cuando acababa de nombrar a Gustavo Bolívar en la dirección del DPS. Y hoy se les debe reconocer a Bolívar y a Carrillo que la mutua lucha que están librando contra el mismo fenómeno los pone al nivel de verdaderos paladines anticorrupción, a tal punto que Bolívar, pese a la derrota sufrida en su aspiración a la alcaldía de Bogotá, hoy comienza a sonar en las encuestas para presidente.

A esta altura del partido, comenzando el segundo tiempo, la única posibilidad que tiene Petro de darle continuidad a su proyecto es si la persona que aspire a sucederlo es alguien verticalmente honesto, sobre quien no recaiga la más mínima tacha, se le conozcan eficientes resultados en ejecución presupuestal (como administrador, mejor dicho), y no haya duda alguna de que su lucha contra la corrupción es sincera.  

Ahora bien, hay algo en lo que debo expresar una inquietud muy personal, y se relaciona con la apariencia física: la primera opinión que uno se forma de alguien entra por la vista. Esto lo señalo tanto en Carrillo como en Bolívar, y agrego una tercera, la también aspirante María José Pizarro. Y lo resumo así: a Bolívar no le conviene su melena alborotada, ni a Carrillo su frondosa barba de Fiódor Dostoievski, ni a Pizarro su corte de jovencita rebelde.

Dirán que “en esas cosas nadie se fija”, pero se equivocan: un bueno para nada como Andrés Pastrana no llegó a la presidencia por sus dotes como intelectual ni por su elocuencia oratoria, sino porque parecía un galán de telenovela, en triste comprobación de que en Colombia confunden ser guapo con ser inteligente, sobre todo entre el gremio femenino.

Así las cosas, a Carrillo no le sugeriría que pusiera a remojar su barba, pero sí que la recortara un poco; a Bolívar, que tratara de parecerse más a su tocayo el Libertador; y a María José, que se mostrara más como una mujer madura que como una chica atada a los caprichos de la moda.

En todo caso, conviene hacer claridad en que el objetivo estratégico debe apuntar a la continuidad del proyecto del Pacto Histórico. Si me pusieran a escoger entre los tres anteriores, ya está claro por cuál me inclino para suceder a Gustavo Petro, pero hay otros nombres que no pueden descartarse: Carolina Corcho, Susana Muhammad, Luis Gilberto Murillo, Iván Cepeda, Luis Carlos Reyes…

¿Se me queda alguien? Ustedes opinen.

@Jorgomezpinilla

Sobre el autor o autora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial