Cine animado japonés: la belleza de lo cotidiano en tres filmes

Ya habíamos contado en reseña anterior (ver aquí) que el cine animado es más antiguo que el cinematógrafo. Pero este género se desarrolló más en Japón que en Europa o Estados Unidos: ya en 1907 se había producido el primer corto, con una duración de 3 segundos, titulado Katsudō Shashin.

La animación japonesa es peculiar. De hecho, por sus características se denomina anime, debido a una poderosa mezcla entre la historia que nos cuenta y la herencia cultural nipona. Ya sea a través de las técnicas tradicionales (dibujo a mano cuadro por cuadro) o empleando métodos digitales, la narración maneja capas de complejidad diversa, donde la paleta de colores y los escenarios cobran a veces más importancia que el mismo protagonista, pues puede estar contando su propia trama.

En el especial ‘animado’ de hoy traemos tres películas de directores distintos, que dan cuenta de la increíble fuerza narrativa japonesa, con historias que van de la mano con un poderoso lenguaje visual.

Iniciamos con Paprika, de 2006.  Dirigida por Satoshi Kon, aborda el caótico mundo de los sueños y nuestra falsa idea de control. Atsuko es una psiquiatra que utiliza como método terapéutico un dispositivo que sumerge a su paciente en un estado de sueño consciente, a través del cual explora los traumas no resueltos, y con ello encuentra el tratamiento adecuado. Todo comienza a salir mal cuando alguien se apodera de estos dispositivos y comienza a asesinar personas. Por Netflix.

Your name (2016), dirigida por Makoto Shinkai. Película que emplea una técnica de animación digital, nos cuenta la historia de Mitsuha y Taki, dos adolescentes que sin explicación alguna intercambian de cuerpo mientras duermen y viven la vida del otro. Hasta que un día deciden comunicarse entre ellos, dejándose notas en sus celulares para establecer reglas mientras están en esa situación. La mayor dificultad surge cuando intentan conocerse personalmente, porque hay algo que se los impide. Un largometraje que conmueve, porque nos recuerda las cosas importantes que estamos viviendo y a veces no nos damos cuenta, hasta que es demasiado tarde. Por Max.

El niño y la garza (2023). Ganadora del premio Oscar de su año y del emblemático director por Hayao Miyazaki, famoso además por emplear la técnica tradicional de dibujar manualmente cuadro por cuadro. La cinta se ubica en el Japón de la II guerra mundial: Mahito es un niño de 12 años, quien ha perdido a su madre en un incendio y deberá mudarse de Tokio con su padre huyendo de los bombardeos, con la nueva pareja de éste, quien resulta ser la hermana de su madre. Lo extraño aparece cuando una garza empieza a asediar a Mahito, y a través de engaños quiere convencerlo de ir a otro mundo, donde lo espera su madre viva. Con un sincretismo entre el mundo real y el de los espíritus, esta película puede definirse como un hermoso homenaje al cine mismo de Miyazaki, por su cantidad de referencias a largometrajes anteriores del mismo autor. La encontramos en Netflix.

Más allá de las historias que nos cuentan, estas tres películas ponen sobre la mesa asuntos que a veces, por la velocidad en que vivimos, no nos detenemos a pensar con detenimiento: la belleza de lo cotidiano como tomarse una taza de té (café para los colombianos) con alguien querido; entender, por ejemplo, que no siempre podemos tener el control y que eso está bien o que debemos hacer el duelo por las personas que perdemos y soltar, porque continuar con nuestras vidas puede ser el mejor homenaje a nuestros seres queridos. Seamos niños de nuevo, en este fin de semana japonés y detengámonos un poco en la suma de todas las cosas presentes en nuestras vidas.

Adenda: Robot salvaje (204) película estadounidense actualmente en cartelera, cuenta la historia de un robot de última tecnología, con capacidad de realizar cualquier tarea que le sea asignada, sin importar cuán difícil pueda ser. Sin embargo, termina en una isla con animales salvajes, quienes lo ven como una amenaza, y se ve obligado a cuidar de un ganso que ha perdido a toda su familia. La película me hizo llorar tres veces… y gritar al menos cuatro. Volvamos a cine con esta cinta.

@barcelonasilvo1

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