Por GERMÁN AYALA OSORIO
En los albores de la campaña electoral que se avecina ya se respira incertidumbre, miedo, desazón y rabia, sentimientos conectados con los estragos la pandemia del covid19, pero también por las desastrosas decisiones que en materia social, política y económica adoptó el régimen en cabeza del subpresidente Iván Duque Márquez.
El estallido social fue la expresión genuina de un pueblo cansado de una clase política y empresarial vista por millones de colombianos como corrupta y parásita. Los líderes y los miembros de las coaliciones y pactos que recorrerán el país, seguramente se encontrarán con formas de resistencia activa y pasiva, por parte de las comunidades que salieron a marchar y a exigir respeto por sus derechos, y que sufrieron física y emocionalmente la violencia estatal a través del Esmad y demás aparatos represivos del Estado, incluida la Fiscalía, dedicada a repartir órdenes de captura por todo el país contra los jóvenes de la primera línea.
Por lo anterior, conseguir el respaldo político de las comunidades se tornará más difícil hacia 2022. Es posible que los candidatos al Congreso y a la presidencia se encuentren con un pueblo más consciente de la situación, aunque no se puede descartar que la ignorancia supina aún ronde por pueblos, comunas y veredas. Ello facilitaría la compra de votos, aunque es previsible que a un costo mayor. Pero eso no es problema, siempre habrá plata del narcotráfico y lo que salga del erario.
Paralelo a este proceso, se viene presentando un progresivo debilitamiento de las instituciones, por cuenta de ejercicios de poder asociados tanto al carácter autoritario del gobernante como al talante dócil o pusilánime del gobernado.
El país aún no es consciente de los daños institucionales que le ha causado a la nación la elección de Iván Duque como presidente de la República. Más allá de los señalamientos por la financiación de parte de la campaña con dineros del narcotráfico, su cercanía con lo castrense y su abierta complicidad con una Policía responsable de crímenes cometidos en el marco del Paro nacional, lo convirtieron en un mandatario mediocre y despreciable. No de otro modo se explicar el alud de burlas y de memes donde Duque es el personaje central y el hazmerreír de todos, lo cual constituye un nuevo aporte al debilitamiento de la dignidad presidencial.
Quien llegue a la Presidencia en el 2022 deberá luchar contra ese imaginario, y demostrar que realmente tiene un proyecto de país en la cabeza y cuanta con el liderazgo para hacerlo realidad.
Esperemos que las fuerzas más violentas y retardatarias del régimen uribista no estén diseñando autoatentados para generar caos y miedo en la población civil. De igual manera, que la politizada y cada vez más deliberante fuerza pública no se preste para ese tipo de artimañas y se haga co-partícipe de la generación condiciones de desasosiego. Hay que estar alertas a esas pistas que este nefasto gobierno y la secta-partido del Centro Democrático van entregando, pues es relativamente fácil imaginar cómo será el 2022. La primera gran pista-amenaza la lanzó el 1087985 cuando expresó: “Ojo con el 2022”.
Adenda 1: Ante el debilitamiento del poder intimidatorio del término “castrochavismo”, Uribe Vélez lanza ahora “neocomunismo” en su renovada tarea de asustar incautos e ignorantes.
Adenda 2: La llegada de Luis Pérez al Pacto Histórico no calza del todo por su pasado uribista y por la Operación Orión. Petro y demás líderes de este movimiento deben ser claros con las condiciones en las que aceptarán al ladino personaje, pues representa a la Colombia que hay que dejar atrás y proscribir. Si el susodicho exgobernante regional se convierte en un enorme sapo intragable, lo más sensato sería hacerle el quite al desprestigiado anuro.
@germanayalaosor