Por MARTÍN SANDOVAL* – Columnista invitado
Patético que el gobierno nacional ante la crisis humanitaria que vive el departamento de Arauca siga ensayando la fallida fórmula de hace más de 30 años, de querer resolverlo todo con más militarización, represión, estigmatización y recompensas.
Lo que se debe hacer es que las autoridades civiles del más alto nivel nacional escuchen a la población civil, a sus liderazgos comunitarios, y empiecen a pagar la histórica deuda social que tienen con este rico y estratégico pero abandonado territorio, que le ha aportado tanta riqueza y recursos a la nación.
No es con dos nuevos batallones del Ejército y nuevas bases militares o puestos de policía, ni atornillando a un gobernador chafarote, como la situación va a mejorar. Reitero, son simples saludos a la bandera que profundizarán más el conflicto y lo acabarán de agudizar. Si fuera esa la solución, la región debería ser un territorio de Paz, como lo han querido construir las comunidades que resisten a la malvada arremetida de todos los actores.
Es claro que en Arauca el Estado ha fracasado con las fórmulas militares que ha impuesto, erosionando más el conflicto y colocando como blanco a la población civil. Lo que más le interesa al gobierno uribista del subpresidente Duque es que el conflicto continúe entre las guerrillas. Es más, nada de raro tiene que con sus infiltrados en una u otra organización lo estén impulsando, porque a ellos en estos momentos de crisis e impopularidad les interesa el caos y la violencia. De eso se han alimentado históricamente para quedarse en el poder. Además, el régimen siempre ha visto la frontera colombo venezolana como un epicentro de guerra, donde continuamente deben generar zozobra para tener argumentos falaces de intervención en los asuntos internos de Venezuela y concretar así la tan anhelada intervención militar, en razón a que todas las demás fórmulas de desestabilización les han fracasado rotundamente y lo que han hecho es el oso internacional.
De toda esta tragedia, lo positivo que se debe destacar -y lo digo con toda la experiencia de trabajo social, comunitario, de derechos humanos y construcción de paz de más de 40 años en la región- es la movilización y los pronunciamientos de la comunidad, del movimiento cívico y social, junto al acompañamiento de la iglesia católica y la comunidad internacional.
Estoy convencido de que, si estos procesos se dinamizan aún más, los actores armados -que ahora con sendos comunicados tratan de inculparse unos a otros y hasta se delatan- detengan esta práctica fratricida y sin sentido de imponerse a punta de muertes, temor y miedo.
La serie de asambleas, plantones, velatones, marchas y denuncias, son las únicas armas que posee la población en medio del conflicto para vencer sobre la sinrazón y la torpeza de quienes dicen luchar por el pueblo, pero con sus acciones y prácticas demuestran lo contrario. Seguimos haciendo votos y enviando la solidaridad y energías positivas para que al final del túnel brille la luz de la paz, la esperanza y la reconciliación.
La única salida es el diálogo y la solución política negociada al conflicto social y armado. La otra salida es la continuación de la guerra fratricida.
¿Es eso lo que queremos para Arauca? ¿Verdad que no?
* Miembro del Comité Permanente De Derechos Humanos (CPDH), con más de 40 años de presencia en Arauca en temas cívicos.
Foto de portada, tomada de El Colombiano.