Por HERMANN SÁENZ PRIETO
Parásitos se convirtió en la mejor película de 2019. Conquistó no solo al exigente jurado del Festival de Cannes, sino también a los conservadores miembros de la Academia Cinematográfica de Hollywood.
Por primera vez en la historia, un grupo de surcoreanos de reducida estatura física, adquirieron altura y grandeza ante el planeta entero un galardón que siempre estuvo destinado para películas de habla inglesa. Y para rematar la faena, su director Bong Joon-ho se llevó la estatuilla por Mejor director y Mejor guion original.
Sin quitarle méritos a la película -sin duda muy buena, sobre todo porque rompe esquemas-, más allá de las diferencias extremas que se muestran entre ricos y pobres en Seúl y en cualquier otro rincón geográfico (de ahí su clamoroso éxito), hay sutiles mensajes de ‘adulación’ a la cultura norteamericana que pudieron tener muy buen recibo en Estados Unidos y que le ayudaron a conquista tan sonoro triunfo en los Premios Óscar.
Una hora después de comenzado el film, cuando ya el público está compenetrado con la trama, uno cree que se trata de una comedia: la antigua ama de llaves, Moon-gwang, amenaza a la familia Kim con enviar a los Park el video que los delata como estafadores con solo oprimir un botón del celular (¿spoiler?). En ese momento cumbre Geun-se, el esposo del ama de llaves, dice: “este botón de Send es como un botón lanzamisiles”.
Y Moon-gwang se burla de Corea del Norte. “Es como un cohete norcoreano” y continúa simulando ser una presentadora de la televisión del país vecino que con las manos sobre su pecho dice: “Hoy nuestro querido gran líder Kim Jong ha ordenado que la última ojiva nuclear restante de la nación sea lanzada por las gargantas de esta familia malvada” (los Kim).
En ese momento su esposo, Moon-gwang, divertido por la escena le dice a ella que extrañaba sus chistes y que no había nadie que como ella imita mejor a los presentadores de TV de Corea del Norte. Y Moon-gwang así termina: “Con sus apestosas tripas sirviendo como el último cementerio nuclear, nuestros queridos líderes desean desnuclearizar y traer la paz mundial”.
Por estar burlándose del líder norcoreano, los Kim aprovechan esta situación, la historia toma un giro inesperado y la película deja de ser una comedia. Pero la burla fue directa contra Kim Jong-un y su supuesta desnuclearización.
Dos veces se ha reunido el dictador norcoreano con Donald Trump, y al parecer el país asiático está muy lejos de llegar a la desnuclearización; por eso la burla al personaje de la película que no debió caer nada mal en Estados Unidos.
En llamativa coincidencia temática, al final de la también laureada película italiana La vida es bella, llega un tanque de las tropas aliadas a un campo de concentración, mientras pasa un jeep con la bandera de Estados Unidos y se llevan al niño que a continuación encontraría a la mamá extraviada.
La vida es bella tuvo siete nominaciones al Óscar y obtuvo tres, entre ellas la de mejor actor (Roberto Benigni) y mejor película de habla no inglesa. Además, estuvo nominada a mejor película, pero haber recordado que los aliados ganaron la Segunda Guerra no le alcanzó para obtener este galardón.
En cambio, en Parasite seguimos sin saber qué va a pasar. Pero fuera de esta empatía política, el niño Park resultó fanático de los indios norteamericanos, juega con flechas, arma carpas estilo Sioux en su cuarto y en el espacioso jardín de la casa.
Y si agudizamos la vista descubrimos que el arquitecto Da-song Park fue reconocido en Nueva York por alguna obra importante que hizo en esa ciudad, según un cartel que cuelga de una de las paredes de la casa.
No es posible afirmar en forma tajante que fue por la sátira contra Kim Jong-un y por esas muestras de simpatía del gusto surcoreano por la cultura gringa, que Parásitos ganó el Óscar. Méritos los tiene de sobra. Sin embargo, considerando la actual correlación geopolítica de fuerzas, es perfectamente factible o previsible que esos elementos (sobre todo el de la burla al presidente norcoreano) hubieran ayudado a que por primera vez en la historia los conservadores miembros de la Academia Cinematográfica de Hollywood le dieran el Óscar como Mejor película a una producción de habla no inglesa.
Agradecidos o halagados, algo así, pudieron haber quedado.