Olga Gayón/Bruselas
¡Lo logré! He dejado las horas una cerca de la otra pero todas con una distancia exacta entre ellas, precisa e insuperable.
Las horas se repiten y algunas tienen su gemela, pero no se tocan. Otras se reflejan en el espejo, así que se ven a la inversa, donde la derecha es la izquierda y la siniestra, la diestra.
Conseguí con mucho esfuerzo la cuadratura del círculo. Y ahora que tengo el trofeo perfectamente simétrico, ahí las dejo para que marquen la vida de los otros, porque yo así no las quiero.
Yo, toda caos, solo valoro las curvas. Rodeándolas y acariciándolas jamás me he estrellado.
¡Ojalá continúe la buena racha de mi vida enmarañada entre los círculos y las rayas serpenteantes! Con ellas nada queda en el olvido, ni en el recuerdo tormentoso. Ellas, mis queridas horas, viven y consiguen mantenerme siempre alerta para no desactivar todos los instantes que alumbran el alma.