Por SANDRA GARCÍA
El escrache es una manifestación feminista que con mítines, marchas y redes sociales procura la exposición y la sanción social contra las personas que generan cualquier tipo de violencia hacia la mujer.
El escrache sin duda se ha convertido en el método de reivindicación para muchas mujeres, una herramienta para denunciar agresores o prevenir a otras mujeres sobre hombres abusivos, buscando así conseguir algún grado de justicia en una sociedad injusta, con un sistema patriarcal que minimiza el dolor y los derechos de la mujer.
¿Pero, qué pasa cuando el escrache se utiliza como marketing? Aunque suene escalofriante, este fenómeno ocurre y es un hecho. Mujeres que se hacen llamar feministas utilizan el dolor de otras mujeres, víctimas de violencia de género, para conseguir empatía por redes sociales y detrás de esto aumentar sus “likes” y seguidores, con un nivel de credibilidad muy alto.
Tristemente, como si se tratara de un juego, estas “influencers” aprovechan esa credibilidad adquirida para realizar escraches sensacionalistas que afectan la vida, intimidad y honra de personas, atacando de manera directa a otras mujeres, exponiéndolas, violentándolas y repitiendo patrones agresivos machistas del sistema. Estos escraches no son denuncias claras y veraces, sino venganzas, rencillas personales, problemas psicológicos, desamores, rabias, frustraciones y efectivamente una imperante necesidad para llamar la atención y obtener aprobación.
¿Hasta qué punto como feministas y mujeres deberíamos dejar el escrache en manos de personas con intereses narcisistas y sociópatas, con desordenes psicológicos que no entienden la seriedad, el compromiso y la responsabilidad que esto significa? Como colectivos feministas debemos entender el poder y la responsabilidad que esto conlleva, la manera en que miles de mujeres víctimas de violencia confían en estas “influencers” su intimidad, su vulnerabilidad, su credibilidad y lo peor de todo su vida. Personajes que no saben manejar estos asuntos y no les interesa la vida de estas mujeres, no tienen habilidad social, psicológica y ética para atender una situación tan compleja como la que vive una mujer violentada.
Debemos entender y tener consciencia que al hacer un escrache estamos poniendo a seres humanos en absoluta vulnerabilidad. Se deben crear grupos de apoyo especializados para realizar el escrache, con profesionales donde las mujeres puedan tranquilamente acercase y exponer al agresor de una manera correcta, legal, previniendo que su sufrimiento se transforme en un show mediático, en la comidilla del morbo, en los “like” de algún abusivo o abusiva que solo desea satisfacer su oscuro vacío existencial con la aprobación en redes sociales.
Como consumidores de redes sociales y lectores, debemos ser prudentes, reflexionar sobre lo que sucede y mirar hasta qué punto nuestro impulso del momento, nuestra empatía por algún personaje nos lleva a comportarnos y reaccionar de manera arbitraria.
El día 28 de septiembre de 2021 la Corte Constitucional de Colombia aprobó el Escrache , con este fallo de la corte, tanto colectivos feministas y periodistas podían exponer a los agresores sin problemas legales, pero léase bien, con ciertas restricciones como la publicación de datos privados, semiprivados, sensibles para las personas que están siendo acusadas, sobre todo si causa afectaciones desproporcionadas a la intimidad e imagen del acusado, ya que no cumplen un propósito legítimo. También advierte de abstenerse de incurrir en conductas de hostigamiento, acoso, linchamiento digital o “cyberbullying”.
En palabras textuales, la Corte dice lo siguiente: “La publicación y divulgación de datos privados o semiprivados que tenga fines sensacionalistas o simplemente pretenda satisfacer la mera curiosidad y voyerismo de la audiencia, no solo no está protegida por la libertad de información, está prohibida por la Constitución”.