Por YEZID ARTETA *
Nos estamos matando de hambre, expresó con vehemencia el empresario caleño Maurice Armitage en el foro sobre «Acuerdo Nacional”, piloteado por la revista CAMBIO. La lapidaria frase de un empresario que factura más de un billón de pesos y tiene a su cargo a cientos de empleados, ocurre en una semana en la que el “capitalismo a lo colombiano” muestra sus colmillos, pero también su frágil costura. El paro de camioneros, la sanción impuesta por el Ministerio de Trabajo al restaurante Andrés carne de res por eventual abuso laboral y la manipulación en la entrega de medicamentos descubierta por el superintendente de Salud, son algunas señales de un país esmerdado, como llaman los españoles a lo salpicado de mierda.
Hay operadores de transporte que no tienen un solo camión, pero se quedan con el grueso del negocio a costa de la sobreexplotación de los pequeños propietarios de vehículos y conductores que a duras penas ganan para mantener su flota y llevarse un plato de comida a la boca. En el país hay negocios rentables y de mucho caché —con decenas de trabajadores contratados en negro y sometidos a extenuantes jornadas— que no aceptan pago con tarjeta débito para evadir impuestos. Colombia es de los países en los que la salud y la educación son tomadas como un mezquino negocio. Se vende salud y educación con el mismo criterio que emplea un establecimiento que ofrece muebles o hamburguesas. Este capitalismo a lo colombiano es defendido por unas marionetas corporativas empotradas en las tres ramas del poder público.
Cuanto peor, mejor. Lo digo, Viejo Topo, porque es ahora cuando le estamos viendo las orejas al lobo. El gobierno que capitanea Petro ha levantado las alfombras del Palacio de Nariño para descubrir la basura que había debajo de ellas. Hoy la palabra no solo es la de los jefes gremiales que llevan años en el mismo puesto y diciendo lo mismo, sino también la del chofer que desde la cabina de su destartalado camión denuncia la manera como lo explota un operador logístico que en su vida ha trabajado. Ahora se sabe que hay empresarios del motor que organizan piquetes para sabotear las carrileras de tren que este gobierno quiere recuperar. Ahora se sabe que gobiernos desmantelaron la infraestructura férrea que tenía el país. ¿Para quiénes gobernaban? Para unos ricos que quieren ser más ricos, no para unos pobres que aspiran a salir de pobres, como lo resumió un joven empresario.
Estamos, Viejo Topo, ante un pulso político. No te quepa la menor duda. Por fortuna el gobierno cuenta con una camada de ministras, ministros, funcionarios y congresistas jóvenes, enjuagados en los manantiales de la lucha estudiantil y social. Políglotas, modernos, abiertos, formados en la educación pública y sabedores de su oficio, que están enfrentando a unos operadores políticos y gremiales anclados al siglo pasado. Operadores políticos y gremiales que no sólo han envejecido físicamente, a la par que sus ideas, si es que podemos llamar así a sus ocurrencias.
Martha Carvajalino, Andrés Camacho, Susana Muhammad, Carlos Alberto Carrillo, Donka Atanassova, José Daniel Rojas, Inti Asprilla, Mafe Carrascal, María José Pizarro, David Racero, Luis Carlos Leal y un largo etcétera de jóvenes dirigentes que están a la altura del momento. En esto también consiste el cambio. En regenerar el liderato. Pasando el testimonio a manos preparadas y con mayor energía. Mi única crítica es que no aparezcan líderes de las regiones. Todo se concentra en Bogotá. Sé también de una generación de empresarios jóvenes que, en consonancia con el octogenario Mauricio Armitage, desean hacer plata, pero que también la hagan sus empleados. Distribuir ganancias, Viejo Topo, una vieja y sencilla fórmula.
* Tomado de revista Cambio
Excelente artículo, como ud lo dice, necesitamos más emprendedores en las provincias.
Ojalá el Señor Presidente intente hacer algo parecido a lo de AMLO en Méjico, que se pronuncie como La Mañanera. Claro que fue un acierto designar al Señor Periodista Morris como director del programa oficial, lástima que se demoró.
Gracias.