«Respetado doctor De Roux, le agradezco mucho su carta.
Tengo enorme respeto y aprecio por la obra del padre Francisco de Roux. He tenido oportunidad de expresarlo públicamente con ocasión de estas informaciones. Quizás por eso mismo resultó para mi decepcionante que el pederasta Darío Chavarriaga S.J. no hubiera recibido la sanción penal y social que merecía y que el padre de Roux hubiera optado por la discreción conveniente para el criminal, y para la Compañía de Jesús, pero no para las personas abusadas. Creo que su deber de denuncia penal -y sobre todo pública– tenía y sigue teniendo un carácter ético e imprescriptible, por eso he opinado como lo he hecho siempre dentro del mayor respeto. Nunca he tenido el propósito de ofenderlo.
Mientras los denunciantes eran invitados al silencio, para evitar «el escándalo», Chavarriaga recibía un cálido homenaje en la Pontificia Universidad Javeriana que está plenamente documentado. El ágape, que incluyó placa conmemorativa, tuvo lugar dos meses después de la sanción canónica. Lo cual demuestra que la pretendida reclusión en una enfermería –de por sí insuficiente– era apenas una formalidad. Todo esto ocurrió mientras el padre De Roux era el provincial de los jesuitas. Después el criminal murió sin apremios y la memoria de su ministerio sacerdotal –sin mención de sus delitos– aparece publicada en un libro de la Compañía de Jesús.
Para mí ha sido difícil y molesto expresar esta posición por el respeto que tengo por el padre De Roux, pero si no lo hiciera estaría traicionando la esencia de mi oficio.
Por supuesto entiendo su punto de vista y quisiera rogarle que trate de entender el mío».