Por OLGA GAYÓN/Bruselas
Ellas dibujan el sol sobre la tierra. El rastrillo que no es otra cosa que la extensión de sus brazos, sigue el ritmo que ellas le tocan, para así conformar entre los dos una maravillosa pareja de baile que va creando soles blancos sobre la negra tierra.
La salinera le pone el son, y él danza casi libremente sobre la sal, mientras ella va moviendo su cuerpo, despacio y con mucha cadencia. Los dos están bajo un inclemente sol, que le va quitando la humedad a la sal, al tiempo que hace sudar a la mujer, empapándole todo su cuerpo.
En realidad es una danza de tres, porque la sal también se contonea bajo el compás que la salinera le marca con su cuerpo y sus brazos.
Y desde el cielo vemos una mágica imagen que nos seduce. Parece una instalación expuesta en un museo de arte contemporáneo de cualquier gran capital del mundo. Es la sal blanca esparcida en líneas delgadas para que elimine el agua, visitada por unas trabajadoras que con sus coloridas vestimentas parecen un enorme rayo de luz y de color, en tanto que el suelo visto desde arriba y ante la blancura de la sal se vuelve escandalosamente negro, para hacernos creer que esto es una obra de arte que atrapa los ojos del mundo entero. ¡Y lo es!
Y lo sería más si no fuera por la dureza del trabajo de las salineras y las precarias condiciones laborales que sufren. Esta salina está ubicada en India. Allí acuden las mujeres a trabajar en extenuantes jornadas, bajo un sol inconmovible, con pocos minutos para el descanso y alimentadas con una dieta muy pobre. El trabajo es durísimo y la paga muy poca. Reciben un jornal raquítico sin ninguna clase de prestación social. No hay vinculación laboral con la empresa. Únicamente reciben el pago del día. Si no trabajas, no recibes nada.
La mayoría trabaja allí los siete días de la semana. Al final de cada jornada, sobre sus cabezas cargan la sal desecada que vierten sobre un camión. Y al regresar a casa comienzan su jornada en el hogar para atender a hijos y esposo; agotadas, se acuestan a dormir por unas pocas horas. Al día siguiente se levantan de madrugada para preparar desayuno y almuerzo para toda la familia. Salen corriendo de sus casas para subirse al camión que las llevará a la salina, donde también trabajan hombres, que son los encargados de hacer los arrumes de sal para que ellas los esparzan y formen esas líneas que nos hacen creer desde el cielo que podrían ser soles que brotan de la tierra.
Esta imagen ha ganado el premio en 2022 de la categoría de fotografía abstracta del Drone Photo Awards, el más grande e importante concurso anual de fotografía aérea. La tomó Saurabh Sirohiya y la tituló ‘Trabajadoras en una salina’.