Por YESS TEHERÁN
Hace unos días leía la columna de Jorge Senior (La cultura de los memes) para El Unicornio, donde abordó la cultura del meme, el origen del término y las implicaciones que estos pictogramas aparentemente inofensivos pueden producir.
En la evaluación del impacto de este fenómeno, su inclinación era pesimista y me dejó más de un interrogante, como la propagación exponencial de información que es tenida como verdad sin ser refutada, o una que él mismo esbozó en su columna: “¿El meme es un aliado de la educación o un peligroso rival?”.
Estos y otros cuestionamientos estuvieron rondando en mi cabeza hasta que, por un azar que no quiero atribuir al destino, llegó a mis manos la novela #atrapadaenlared, del escritor antioqueño Albeiro Echavarría. Debo reconocer que, en un afán de procrastinación combinado con la prosa directa del relato, la leí casi de un tirón y todas aquellas inquietudes que me habían quedado de la columna de Senior no hicieron más que incrementarse.
Con frecuencia se ha comparado a Internet como un océano indefinible de información donde la mayoría de usuarios sólo logra conocer la punta del iceberg, quedando oculto o poco accesible la parte no indexada por los motores de búsqueda regulares: la Deep web y, aún más profundo, la Dark web.
Sobre la Deep web son muchas las leyendas urbanas (potenciadas por memes) que circulan, la mayoría sobre su carácter ilegal. Pero casi nada se habla de la Dark web. Ambas pertenecen a niveles no indexados por motores de búsqueda como Google, Bing o Yahoo. Dentro de lo conocido como la Deep web (término acuñado por la empresa Bright Planet) puede situarse información de carácter privado o confidencial como archivos en Dropbox o la intranet de las páginas de empresas privadas o entidades oficiales. La Dark web, por su parte, correspondería (desde lo ilegal) a información que es ocultada intencionalmente y encriptada con fines criminales.
La interacción entre la Deep y la Dark web son algunos de los temas que aborda la novela de Echavarría, quien, mediante el monólogo alternado de sus dos personajes principales, Nemo y Laura, aborda una de las preocupaciones más frecuentes de los usuarios de la Internet: la intimidad, toda esa cantidad de información que proporcionamos en las redes sociales y el uso que se le hace a las mismas, adecuada o inadecuadamente.
Por un lado, el personaje de Nemo nos muestra el lado bien intencionado y legal de la violación a la privacidad e intimidad de los usuarios: la protección de los mismos y de la ciudadanía en general, pero específicamente a niños y jóvenes, quienes constituyen un blanco fácil de los hackers y demás depredadores que acechan en la Deep web para delitos relacionados con la pederastia, la tortura o la violencia sexual, entre otros.
De otro lado, Laura es una adolescente cuyo mundo gira en torno a la virtualidad y ha construido una personalidad ligada a las redes sociales, sin supervisión adulta; ella, ante la inexperiencia y a través de retos aparentemente inofensivos, es arrastrada al otro lado de la moneda, ese uso malintencionado y criminal de la Internet.
Con una estructura sencilla y un lenguaje directo, #atrapadaenlared cuestiona al lector sobre el momento histórico que vive, la casi nula privacidad a dimensiones nunca antes vistas, como individuo y dentro de una colectividad. Cada espacio está siendo seguido, como las búsquedas personales de temas de interés, el trabajo, las citas que se fijan en los grupos de WhatsApp, Facebook u otras aplicaciones para el encuentro físico, o esa necesidad de encontrar a alguien en la red para no sentirnos solos. Todo esto en coincidencia con la pandemia, que nos confinó a nuestras residencias y obligó al incremento de las interacciones virtuales.
Con el uso de las aplicaciones web olvidamos todo aquello que exponemos en público, al acceso de casi cualquier persona, pues vemos la enorme ventaja de la comunicación inmediata, de reducir esta soledad que el confinamiento incrementó, la diversión que nos proporcionan los memes, los videos que circulan sobre situaciones que pueden alegrarnos el día a día y el sentirnos parte de algo, junto a alguien. Albeiro Echavarría nos recuerda las consecuencias nefastas del uso ingenuo del mundo digital y, con una investigación tremenda de la misma, nos pone frente a todo lo que desconocemos y que existe, ese lado oscuro que acecha en Internet.
Hemos sido testigos en más de una oportunidad de las consecuencias de la proliferación de información sin verificar, como el matoneo que sufre una persona a quien mediante las redes sociales se la condena sin derecho a defensa, desembocando en daños emocionales, a veces irreparables, sin que nadie asuma responsabilidad por ello; o la manipulación ideológica en medio de campañas políticas para inclinar la balanza hacia uno de los lados.
¿Acaso no tenemos escapatoria? Es otra de esas preguntas que sigo sin responderme, junto a las que ya me acompañaban antes de la lectura de la novela. Sin embargo, son interrogantes necesarios para asumir el uso responsable de los dispositivos, las interacciones virtuales, las aplicaciones, todo lo que está dentro de la pantalla oscura del computador y celular, eso que tenemos a un clic de distancia… pero también al alcance de una mano invisible.