“Dios bendiga la Copa América”

La inauguración de la Copa América incluyó algo sorprendente: un par de pastores evangélicos leyendo en inglés y español una corta pero emotiva homilía religiosa. Con frases como “Dios bendiga a América” y el “mensaje de Cristo es de paz y perdón”, sorprendieron a la audiencia americana con la invitación a creer en la palabra divina.

Desconozco si los periodistas deportivos que piden a sus colegas no meterle política al deporte hicieron algún comentario al respecto durante la ceremonia de apertura, que en esta ocasión se realizó en Estados Unidos de América, país aliado de Israel. Una ceremonia deportiva que -vaya coincidencia- se da en medio del genocidio contra el pueblo palestino, perpetrado por el ejército sionista de ese país.

A pesar de lo llamativa presencia de los “mensajeros de Cristo”, no se puede negar que el fútbol está atravesado como ningún otro deporte espectáculo por la política y la religión, solo que no se conocía que también pudiera estar atado a una comunidad religiosa específica.

Sea como fuere, son muchas las figuras de ese deporte que agradecen a “Dios” por haberles dado la gracia de hacer goles, ganar partidos, permitirles jugar o por haberse recuperado de una lesión, entre otras tantas “razones” atadas a la fe individual y colectiva. En las entrevistas, los jugadores suelen decirlo sin ninguna prevención: “primero, gracias a Dios…” repiten sin cesar los más creyentes. Otros se persignan antes de entrar a la cancha. De igual manera, los hinchas se encomiendan a su santo de devoción o de manera directa al Señor para que les ayude a conquistar un título. Todas esas expresiones y demostraciones de la fe individual arrastran la intención de universalizar (imponer) una idea única de Dios. No hay lugar al politeísmo y mucho menos se puede permitir creer en otra deidad.

La presencia de los dos pastores en la inauguración de la Copa América podría atarse a los intereses de los sectores más conservadores de Estados Unidos, interesados en mostrarse como una nación piadosa, creyente, que promueve la paz en el mundo tal y como lo predicó Jesús, según la narrativa de la iglesia Católica, una multinacional tan poderosa como la propia FIFA. Claro, se trata de una paz sepulcral, resultado del genocidio que el propio gobierno de Biden patrocina al brindarle todo el apoyo político, económico y militar a su socio Israel, que está detrás del objetivo de borrar de la faz de la tierra al pueblo palestino.

El mensaje de los dos pastores era para el resto del mundo y no tanto como una forma de bendecir al fútbol, a los jugadores, técnicos y las selecciones. Lo sucedido ayer se compara, en la intención de universalizar una única verdad, cuando después de los ataques del 9/11 en territorio americano, de inmediato el presidente Bush lanzó una “cruzada contra el terrorismo”.

Así las cosas, en la inauguración de la Copa América se usó el fútbol y ese especial momento, para universalizar la existencia de un Dios para Occidente. Con luz evangélica brilló un Dios que se opone a Alá y a cualquier otra deidad que cualquier otro país se atreva a exponer como guía espiritual. Esa decisión es política y, al mismo tiempo, un acto de fe. Y ante la fe no hay la posibilidad de razonar, pues la razón misma se torna débil.

Como invención humana, cualquier idea que se tenga de Dios siempre estará conectada con la política, el poder y la fe religiosa como hilo conductor; y qué mejor si se usa un deporte de masas como el fútbol, para invocar la presencia de esa deidad y garantizar su existencia a través de un único relato universal, que representa al supuestamente piadoso y bienintencionado Occidente.

Adenda: imagino que los problemas con el sonido que se presentaron durante el espectáculo del artista colombiano Feid no fueron cosas de Dios, sino de un inolvidable error técnico. 

@germanayalaosor

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