Por OLGA GAYÓN/Bruselas
¿Quién saldrá ganadora de esta lucha? ¿La que tiene la mejor vista del reino animal o la que ha sido dotada para que, en caso de peligro, emplee su plasticidad en contraatacar, vencer y escabullirse?
La segunda, la que echaron del paraíso terrenal por entregarle la libertad a la mujer y que la condenaron a reptar para siempre por ello, lleva la ventaja de que una vez atrapada, podría, con su talento para librarse de la condena de muerte, estrangular a la primera, cuando haya comenzado a alzar el vuelo con ella en medio de sus garras; si no lo consigue en esos primeros segundos de la caza, ya podemos darla por engullida.
Las patas y garras del águila son potentes porque son increíblemente fuertes. Y la serpiente, con sus colmillos podría inyectarle veneno en una de sus patas y conseguir velozmente su libertad. En esta imagen, ambas, el águila y la serpiente, cualquiera de ellas, podría ser o la muerta o la que sale victoriosa. Todo parece indicar que el combate será raudo y por tanto breve. En segundos, alguna de las dos tendrá futuro mientras que la otra solo será parte del pasado.
Lamentablemente la pelea no se da en condiciones de igualdad, pese a las agilidades y fiereza de ambas para intentar salvar su vida. Aquí hay una que ha cazado y otra que debe defenderse. El águila, con su potente vista, que puede ver a su presa desde una distancia de hasta cinco kilómetros, se ha precipitado sobre ella tan rápidamente que la serpiente, una vez enganchada en las garras del ave rapaz, cuenta con una diminuta posibilidad de salvación.
Para mayor inri de la reptadora, esta águila es culebrera; su dieta, a pesar de que también incluye lagartijas, sapos, polluelos, musarañas, conejos y aves muertas, está basada en las culebras. Y, por supuesto, normalmente excluye a las venenosas. Así que, el combate es a todas luces, asimétrico. El ave rapaz migratoria y de tamaño mediano, se alimenta de serpientes entre 1.50 cms y dos metros. Una vez en sus garras, emprende veloz vuelo, y mientras vuela, se zampa a la presa de cuerpo entero sin desgarrarla, y comenzando por su cabeza para no darle oportunidad de defenderse. Miles y miles de millones de culebras han alimentado a esta especie que va de un lado para otro entre Europa, Asia y África y que, para desgracia de las culebras, no es de las múltiples aves que en el mundo se encuentran en peligro de extinción. Mientras haya reptadoras no venenosas sobre la tierra que las mantengan, ellas seguirán existiendo.