Por PUNO ARDILA
Todos saludan al paso a don Fran, el amable conductor del bus que nos lleva al aeropuerto, un veterano del volante, respetado y muy conocido en el gremio. De pronto la música cesa, y don Fran reclama, sonriente, como siempre, al pasajero que hacía sonar su celular: «¿Qué pasó con la música?».
—¿Por qué no tiene equipo, don Fran? —le pregunté mientras miraba el hueco en la consola de su vehículo—; ¿acaso se lo robaron?
—No; precisamente, es para evitar que me roben —contestó entre risas—. La empresa decidió ordenar a todos los propietarios de los buses que desinstalemos los equipos de sonido para evitar que Sayco nos cobre una multa de trescientos millones de pesos; porque, si alguno tiene equipo de sonido, así no lo encienda, o solo oiga noticias, si no se paga periódicamente un montón a Sayco, cobran esa multa.
—Pero las emisoras que usted sintonice en el bus ya han pagado a Sayco por el “derecho” de emitir.
—Sí, pero los buses también tienen que pagar por hacer sonar la música, así no lleve uno ni un pasajero.
Vuelven a asaltarme entonces las dudas de siempre, y me planteo tantas preguntas que Sayco nunca ha podido contestar: ¿Cómo puede tasar Sayco el cobro a cada persona natural o jurídica?; ¿con base en qué criterio? ¿Cómo es que Sayco tiene tanto poder como para cobrar multas siendo entidad privada? ¿Cómo es que Sayco puede cerrar un establecimiento o un concierto, con el respaldo de la Policía, sin que medie una orden judicial, solo por la voluntad del funcionario de turno de esta (repito) entidad privada?
Y, dentro de lo que pudiera realmente ser justo y necesario, dada la necesidad de proteger a quienes han estado desamparados por siglos, ¿qué capacidad puede tener Sayco para definir a qué autores y a qué compositores y a qué intérpretes les va a entregar la plata de las regalías que recoge de estos cobros?, ¿y cómo puede tasar la suma que debe entregar a cada uno, a cuenta de qué reportes y de quién?
Si por el solo hecho de que un compositor se asocie, así sus composiciones no las conozca ni su mama, Sayco le paga mensualmente la seguridad social (aplausos), pero ¿a razón de qué debe recibir beneficios si sus canciones no suenan ni truenan en ninguna parte?; en cambio, ¿a dónde van a parar las regalías que corresponden a las canciones que sí suenan, pero sus creadores no pertenecen a Sayco?; ¿a quién le dan ese dinero?
Sé que nuevamente estas preguntas quedan sin respuesta, por aquello de que, sencillamente, es “política de la compañía”, como le contestan a uno en las empresas cuando no hay explicación por el tumbe que hacen. Lo bueno que puede vérsele a esta “ley”, mientras tanto, es que, cuando tenemos que viajar en bus, cuando menos nos dejan descansar de Olímpica y su chabacanería.
@PunoArdila
(Ampliado de Vanguardia)