Poe LUIS FERNANDO GARCÍA NÚÑEZ*
No debería ser motivo de extrañeza lo que pasa en Ecuador. Comenzando con Lenin Moreno y siguiendo con Guillermo Lasso, este acabose “es el continuose de un empezose”. Cooptados sus gobiernos por unas mafias tenebrosas, con largos tentáculos, se empiezan a ver los resultados: la violencia es el marco que los caracteriza, y en este contexto se da la violación del derecho internacional y de la soberanía territorial de un país atropellando e invadiendo con ‘gorilas’ armados su legación diplomática.
Si los asaltantes de la embajada de México se escudan en el eslogan de la anticorrupción, no se entiende por qué no están presos Moreno ni Lasso.
La violación de sagrados principios universales de soberanía territorial sienta un nefasto precedente. El mismo asesinato de un candidato a la presidencia del Ecuador en plena campaña concita graves sospechas y debe despertar la alarma de los países latinoamericanos. Habrá que pensar, de nuevo, en el asesinato del fiscal paraguayo, en la desmedida persecución a dirigentes progresistas y líderes sociales, en los intentos golpistas en Brasil y el golpe en Perú, y en los intentos de desviar la democracia en Colombia, incluso el infausto asesinato del presidente de Haití.
Esta delincuencia internacional requiere de sátrapas que, al estilo de Guillermo Lasso, Dina Boluarte o Javier Milei van tejiendo una red de cómplices insertados en la institucionalidad de esos países, sobre todo en la justicia, en busca de hundir a actores políticos o movimientos sociales, que buscan un cambio en el destino de pueblos.
La actitud infame del gobierno ecuatoriano frente a un país amigo y el trato violento contra el embajador y los funcionarios de México se convierte, sin duda, en un modus operandi mafiosa y criminal. Todo el procedimiento contra la embajada fue ilegal, contrario al derecho público internacional ligado carácter abusador del sionista gobierno de Israel, al que poco o nada le importa la reacción de la comunidad mundial.
El gobierno que se ampara en que invade una embajada para castigar la corrupción no tiene la autoridad moral para hacerlo. Y así lo tuviera, existen protocolos entre Estados soberanos para dirimir las acusaciones y demostrar qué tan cierta es la imputación, o si se trata de una argucia para atrapar a reconocidos contradictores políticos. A pocos personajes se les ha tratado tan mal como al exvicepresidente Jorge Glass, en un país donde su presidente está salpicado con el escándalo de los Papeles de Pandora.
Es de Perogrullo que se ha cometido una flagrante violación a los principios del derecho internacional, a la convivencia internacional, al respeto de la soberanía de los países, a la inmunidad diplomática. Los tiempos de los trogloditas se creían superados, pero pareciera que han resurgido de las cenizas con la complicidad de la ignorancia y de una insensatez neofascista.
Al final dos máximas para la reflexión de nuestros lectores, una del escritor y traductor italiano Carlo Bini: “Quien no sabe gobernar, es siempre un usurpador”. La otra, de Víctor Hugo: “Entre el gobierno que hace el mal y el pueblo que lo consiente, hay cierta solidaridad vergonzosa”.
* Fue investigador del Instituto Caro y Cuervo, profesor de las universidades Nacional de Colombia, Pontificia Javeriana, los Andes, del Rosario y Externado de Colombia. Escribe en Libros & Letras, Noticias Culturales y otros medios del país y el exterior.