Educación creativa: siete temas, siguiendo a Sábato

Por ERWIN FABIÁN GARCÍA

Este texto surge del trabajo colaborativo entre Erwin Fabián García López y Alejandra Jaramillo Morales. Instituto de Investigación en Educación IIEDU. Universidad Nacional de Colombia. efgarcial@unal.edu.co

El 30 de abril de 2011 murió en Santos Luganes uno de los maestros más importantes que he tenido en mi vida, Ernesto Sábato. Al releerlo encuentro que muchas de las ideas que promuevo en temas de educación, el maestro Sábato los había expuesto a lo largo de su vida. Por ello quiero rescatar siete ideas que planteó en una entrevista que le hizo Carlos Catania en 1987 y fue publicada con el título Entre la letra y la sangre.

1. El modelo de ser humano que impone la escuela. Ante la pregunta por la función de la escuela en la formación de los seres humanos, Sábato dice: “la educación siempre se propone un modelo de hombre y de convivencia”. Dicho de otro modo, la escuela está determinada por las “ideologías de turno”. Es evidente que todo proyecto político, autoritario o no, utilizará la escuela para transmitir e imponer su propia comprensión del mundo, su propia idea de la convivencia, su propia manera de entender el uso de los recursos y su forma de organizar la sociedad. El gran problema de esa “utilización” de la escuela radica en que se naturalizan esas comprensiones, al punto de que se intenta constituirlas en un discurso oficial que no se pone en duda. Ante esto nosotros creemos que el conocimiento, la educación, la formación deben hacernos capaces de identificar los acentos que pone tanto el Estado – la ideología de turno- como los diversos grupos sociales y culturales que perviven en nuestra época, encontramos en esa naturalización uno de los principales motivos para alejarnos de la escuela. No porque creamos en una educación libre de ideologías, todo acto es en sí mismo un acto ideológico, sino porque creemos que todo proceso formador debe servir precisamente para la desnaturalización de las formas de comprensión, principalmente de las que se nos quieren imponer en cada momento. La idea no es estar por fuera de los modelos de ser humano de nuestra época, más bien reconocer los intereses y las alternativas a dicho modelo para que nuestros hijos e hijas y nosotros mismos podamos crecer hacia una mayor autonomía vital frente a los modelos impuestos.

2. La naturaleza en relación. Según dice Sábato en su ensayo Hombres y engranajes, los seres humanos occidentales, desde el Renacimiento, asumen una relación con la naturaleza que deriva en un deseo de control de los sujetos sobre la misma. La escuela y la ciencia, desafortunadamente, en su tarea de dominar la naturaleza, pierden el horizonte de nuestros vínculos planetarios, de nuestras codependencias con el entorno. Nuestro proyecto de educación sin escuela busca pues alejarse de “los inventores y positivistas de la revolución industrial que estudiaban a la naturaleza para explotarla, desacralizándola al mismo tiempo que la violaban”. Nosotros pensamos que es fundamental formarnos con nuestros hijos e hijas en una conciencia planetaria. Un reconocimiento de la complejidad social, cultural, mágica, genética, natural que nos envuelve y nos hace ante todo responsables de nuestro entorno y nuestro ser mismo.

3. Distanciarnos del progreso tecnológico. Los Estados y los sistemas económicos que han reorganizado la geopolítica global mantienen con la ciencia y la tecnología una fe que transita principalmente por la deshumanización de dichos conocimientos. Sábato ya lo había dicho, el uso de la ciencia termina siendo amoral pues queda en manos de los grandes poderes estatales y económicos y desde allí puede ser usada para salvar a los seres humanos tanto como para acribillarlos. El progreso tecnológico puede verse pues, como un fin en sí mismo. Por el contrario la tecnología y la técnica debe ser repensada desde sus sentidos humanos. Hasta donde nos está sirviendo para ser mejores seres humanos, para entender nuestro sentido en el mundo, para comprender mejor quienes somos. Nos hemos preguntado cómo la velocidad del mundo moderno puede ayudarnos, pero también hacernos daño. Nos hemos preguntado cómo la medicina nos determina la vida, vamos al médico y hacemos lo que el médico ordena sin reconocer, en la mayoría de los casos, que ese “especialista” puede estarse equivocando y que tenemos derecho a conocer otras versiones y sobre todo a tomar la decisión sobre nuestro cuerpo aunque ciertos médicos estén o no de acuerdo. En nuestro proyecto de educación creemos que el uso de la tecnología y el conocimiento de la ciencia es fundamental, todo conocimiento que los seres humanos hemos alcanzado es importante, pero ante todo es necesario desnaturalizar su utilidad, y lo que de ese conocimiento nos es impuesto como modelo definitivo, y asumir una postura crítica constante que nos lleve a usar dichos conocimientos con la responsabilidad que los principios que cada uno de nosotros encuentre como los suyos crea necesaria.

4. Una verdadera codependencia entre individuo y comunidad. Durante el siglo XX fuimos testigos de gobiernos totalitarios capitalistas y socialistas. De un lado se olvidó a la comunidad en nombre de la individualidad. Por ello la libertad que defienden proyectos como los capitalistas está generalmente en detrimento de la comunidad. Cada uno protege sus bienes, su posibilidad de tener lo suyo, mientras los demás pueden morirse de hambre. Del otro lado, en los gobiernos socialistas la comunidad creció de una forma abrumadora al punto de llegar casi a desaparecer al individuo. Como el ejército popular de educación en China que homogeniza a niños y niñas, los vuelve casi andróginos para que gracias a no poder diferenciarse sobresalgan en el examen de estado al finalizar la secundaria que es una obsesión enfermiza colectiva, para generar múltiples casos de depresiones y problemas afectivos y emocionales en miles de jóvenes adolescentes en este país. Sábato propone más bien, una educación que sea capaz de fortalecer el individuo a la vez que la comunidad. Dicho de otro modo seres humanos que reconozcan que su desarrollo, su ser y estar en el mundo dependen de su co-relación con la comunidad en que habitan. Esa es una premisa fundamental de nuestra decisión de desescolarizar. Creemos que la escuela en países capitalistas como los países latinoamericanos, tiende a promover esa individualidad en que se privilegia la libertad como un engranaje del libre mercado. Lo cual lleva a la perversión de unas formas sociales donde todo vale para llegar a los fines particulares. Es claro que los estados intentan hasta cierto punto proteger a la comunidad de esas pulsiones egoístas del capitalismo, pero dado que los poderes económicos desde hace tiempo son más fuertes que los estados y además los estados dependen de esos poderes económicos, dicha defensa es casi inexistente, y por tanto la escuela está inscrita en esas concepciones del tener, ser y estar en las sociedades capitalistas. Nosotros mismo estamos inscritos en esos egoísmos, pero una educación que pueda cuestionar esas maneras de apropiación de los bienes quizás logre, por lo menos, seres humanos más dispuestos a pensar, a dudar sobre esos modelos económicos, y ojala a considerar formas más comunitarias y colaborativas de relacionarse con el tener.

5. Entre el sabio y el sabiente, la sabia y la sabiente. Dice Sábato: “Revalorar el aprendizaje de la “sabiduría”, pero no la de los sabios de laboratorio, sino la de los sabios en vida y muerte. Lamentablemente no tenemos en castellano esa diferencia entre savant y sage que tienen los franceses. Me refiero, pues a la necesidad de sagesse, esa sagesse que existe hasta en los ancianos analfabetas, como sucedía en los ancianos de Consejo, en las comunidades antiguas”. Nosotros creemos que en castellano si puede haber palabras para significar lo mismo y son sabiente y sabio. Si bien Sábato hace una defensa del sabio o la sabia, que son aquellos seres que están conectados con la vida y la muerte, con la capacidad de utilizar los dones y talentos de cada cual para “comprender a los que están cerca y aun a los que están lejos, para aceptar las desgracias con coraje, para tener mesura en el triunfo, para saber qué debemos hacer con el mundo; para envejecer con grandeza y morir con humildad”, creemos que el sabiente también es importante. Veamos mejor las diferencias. El sabiente o la sabiente sería aquella mujer u hombre que dedica parte de su vida a conocer algo, a aprender ingeniería, artes, matemáticas, arquitectura, derecho. La sabia o el sabio sería entonces la mujer o el hombre que dedica su vida a aprender a vivir, a reconocerse para aprovechar al máximo sus capacidades, a manejar las incertidumbres que le impone el entorno de las maneras más adecuadas para disminuir el sufrimiento. Creemos pues que nuestra sociedad ha olvidado la sabiduría por enfocarse en la sapiencia. Las escuelas utilizan la mayoría del tiempo para enfocarse en la sapiencia. No suele haber clase de dones, clase para pensar sobre cómo es cada uno, y los momentos en que las emociones se desbordan y deben ser tratados dentro de la escuela suelen parecer una perdida de tiempo que le roba a las clases de matemáticas, química o física el espacio preponderante del aprendizaje. Si nosotros mismos, que hemos sido criados desde la concepción de la sapiencia, lográramos involucrarla con la sabiduría probablemente seríamos seres menos desdichados, menos desesperanzados, menos perdidos a la deriva en un mundo que se vanagloria de sus avances en el conocimiento –sapiencia- y se hunde en sus desconocimientos de la vida –sabiduría-, de la alegría, de la muerte, de la inmanencia.

6. Una educación que forma, no que informe. Dice Ricardo Piglia, otro escritor argentino, en un texto que le pidieron sobre la responsabilidad de los escritores latinoamericanos en el nuevo milenio y que tituló “tres propuestas y cinco dificultades” que la tarea es hacer visible que tras la inmensa cantidad de información que nos rodea lo que hay es una gran oscuridad. Iluminar lo que se oculta tras la abrumadora cantidad de información que nos rodea es entonces la búsqueda más relevante. Sábato a su vez había propuesto que la educación debe centrarse más en la formación que en la información. Durante los años que llevamos practicando la educación sin escuela hemos sido testigos de lo fácil que es encontrar información. Nuestros hijos e hijas están rodeados de sistemas de información –Bibliotecas, Internet, abuelos, sabientes- pero también cada vez somos más concientes de que la información comprendida desde la lógica capitalista de la acumulación es innecesaria. Cuántos de nosotros podríamos hoy pasar el examen de estado que presentamos al terminar nuestra vida escolar – el bachillerato o la secundaria-, seguramente si lo presentáramos hoy tendríamos que devolver el título, porque al presentarlo llegamos con la mente llena de la información que nos fue acumulada a la fuerza en la escuela y que se hizo innecesaria rápidamente. Ahora bien, los jóvenes que no van a la escuela han demostrado ya que esa información que la escuela entrega en muchos años puede aprenderse en pocos meses, principalmente cuando uno ha aprendido a aprender, que es la tarea principal de la educación sin escuela.

Recapitulemos, la información es necesaria, es decir la sapiencia, pero se puede aprender sin la obligatoriedad de la escuela y sin los paradigmas que impone la escuela. Además la información puede adquirirse cuando se necesita o se desea. También la información debe ser sometida a la duda. Ya todos sabemos que los discursos que antes considerábamos verdades ahora son versiones de la realidad y por eso deben ser puestos siempre en duda, desnaturalizados.

Ahora bien, la formación es fundamental, porque en la formación esta la sabiduría y sobre todo la capacidad –que hace parte de la sabiduría misma- de aprender a aprender. Dicho de otro modo de conectarnos con lo que somos para relacionarnos con los que muchos seres humanos han venido aprendiendo a lo largo del tiempo.

En este tema de la formación fuera de la escuela aparece el discurso interesante de Sugata Mitra, quien dice que un niño o una niña puede aprender con un computador. Esa premisa es halagadora para quienes creemos que el aprendizaje sucede de manera natural y autoformada. Sin embargo, un niño o una niña que se informe frente a los datos que le da internet y no tenga la formación para dudar, cuestionar lo que dicen puede llegar a creer que el principal camino para resolver el pánico generado por una pandemia como la de la gripa porcina es vacunarse con el medicamento del gran negocio de la industria farmacéutica. La mayoría de los registros de Google frente a ese tema recomiendan la vacunación, ¿y es esa la única salida? Dudar es para nosotros el principal sentido de la formación y de todo acercamiento a cualquier información.

7. Libertad con responsabilidad. Dice Sábato en la entrevista de 1987: “La nueva escuela debería ser un microcosmos en que el niño se prepare para auténticas comunidades, o sea sociedades de hombres a la vez libres y responsables ante el prójimo, basadas en el diálogo, en la justicia social, en la libertad, en el bien común”. Ahora que lo volvemos a pensar, cada vez que tratamos de recordar –principalmente porque nos lo preguntan en diferentes lugares- por qué decidimos educar sin escuela e intentar desescolarizarnos a nosotros mismos –padre y madre-, creemos que esta es una de las razones principales. Consideramos que la escuela en nuestros países no logra reconocer tanto como quisiéramos, -ni siquiera las escuelas que nos parecen buenas- que la libertad está atada a la responsabilidad. Porque sólo si nos reconocemos como especie, en una relación permanente entre la unidad y la diversidad, como propone Edgar Morin, podremos habitar este planeta de manera poética, mágica, política, racional y gozosa.

Nos queda pues la esperanza, como diría Sábato “siempre he tenido esperanzas, quizá precisamente porque creo que la vida es trágica y negra. En un mundo perfecto no habría necesidad espiritual ni psicológica de esperanza. Si nace y resurge después de cada calamidad es porque, en general, queremos vivir, y hasta desesperadamente”.

Educarnos, nuestros hijos y nosotros, buscando una libertad responsable, una capacidad crítica autónoma y considerada, una relación con la naturaleza que la sacralice tanto como a la vida y la muerte, una educación que nos haga individuos y comunidad y nos lleve a una formación que nos permita informarnos adecuadamente, nos mantiene unidos a la vida y la esperanza.

@ErwinFabianGL

* Foto de portada, tomada de https://www.fundacionaquae.org/

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