Por OLGA GAYÓN/Bruselas
Yo aquí, iluminando mi inspiración en una tarde fría bruselense. Shakira, que clara-mente se fía de mí, me ha regalado lo que quedó de la vajilla de su casa en el exclusivo barrio de Pedralbes en Barcelona, tras la ruptura (nunca mejor dicho) de ese amor que la hizo adorar con pasión pero que también la destrozó hasta dejarla hecha pique.
Ella, como la artista que es, consiguió hacer de ese estropicio toda una pieza artística para iluminar mi imaginación. Después de tan valioso regalo, espero poder encontrar a mis musas y mis musos para inspirarme en la reconstrucción de todas esas almas que van por ahí, tras la emisión de la canción del ajuste de cuentas amorosas que ya han visto casi 70 millones de personas en menos de 40 horas, diciendo que ella ha hecho mal exponiendo su ira e intenso dolor, de esa manera pública.
Shakira no llora, Shakira factura. Pero es que ha llorado mares Mediterráneos antes de cobrar…
Y yo, feliz con mi lámpara inspiradora, que en su momento de gloria fue un certero proyectil y que ahora emite su luz a través de lo que quedó de una jornada de aflicción.
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