Por GERMÁN AYALA OSORIO
En regímenes corruptos y criminales como el que opera en Colombia, el uso de eufemismos hace parte de la estrategia de ocultamiento de lo que realmente pasa. Con el apoyo de las empresas mediáticas y de periodistas estafetas, esos eufemismos hacen parte de las narrativas oficiales que el régimen quiere posicionar. Recordemos algunos ejemplos memorables: “aquí no hay desplazados, sino migrantes” (José Obdulio Gaviria); “yo no veo un estallido social, yo veo un estallido de emprendimientos” (Iván Duque Márquez); “aquí no hay masacres, hay asesinatos colectivos” (gobierno de Duque); y la más reciente, “aquí no hay fraude electoral, hay errores” (Alexander Vega).
Pues bien, el caso de alias Matamba sirve para comprender el uso interesado de eufemismos para ocultar lo que sucedió. Desde el preciso momento en el que se dieron cuenta de que el peligroso narco-paramilitar no estaba en su celda, medios de comunicación, el ministro de Justicia y otras autoridades empezaron a hablar de fuga. Es decir, que Juan Lárrison Castro, alias Matamba, se había fugado del centro de La Picota. Al decir que el recluso se había volado vestido de dragoneante del INPEC, se quiso minimizar que se había tratado de un operativo de extracción, y por tanto de un hecho de corrupción con la efectiva colaboración criminal de algunos guardianes del penal.
Se habla de fuga para ocultar el enorme valor que tiene el criminal de marras para específicos agentes del régimen, dadas las conexiones y las relaciones que Castro logró establecer con militares y exmilitares, quienes a su vez debieron haber hecho lo propio con políticos y muy seguramente con empresarios. Es preferible hablar de fuga e insistir en una narrativa oficial que se lamenta de los altos niveles de corrupción en el INPEC, pero son los mismos que le sirven al gobierno Uribe-Duque para cumplir con los compromisos que la justicia suele establecer con criminales de alto valor como el propio Matamba o Carlos Mattos, quien salía con total libertad de la Modelo.
A pesar de la probada corrupción al interior del INPEC, sucesivos gobiernos evitan enfrentar el problema proponiendo acciones conducentes a su eliminación. Y es así, porque presidentes y congresistas de las bancadas oficialistas saben o intuyen que el régimen necesita mantener a flote esa estructura de poder, legal e ilegal, para honrar los compromisos adquiridos con grupos delincuenciales.
Los miembros de esa parte del régimen colombiano que guardan estrechas relaciones con el Clan del Golfo y el grupo de La Cordillera, no estaban dispuestos a que sucediera con Matamba lo que aconteció con alias Otoniel, quien empezó a hablar ante la JEP y la Comisión de la Verdad, con miras a develar el entramado criminal y mafioso que facilitó su operación narco-paramilitar por más de 20 años.
Por todo lo anterior, había que sacar de La Picota a Matamba, a través de una operación de extracción, presentada por las autoridades colombianas y los medios afectos al gobierno como una fuga. No. Estamos ante una operación limpia, sin un solo disparo, que confirma no solo el gran valor político y económico del recluso, sino el miedo en finos y reconocidos agentes de la sociedad y del régimen colombianos, ante la posibilidad de que Juan Lárrison Castro lograra algún acuerdo con la Fiscalía o acercarse a la JEP para contar cómo opera el maridaje entre la institucionalidad estatal y la que se deriva de la operación mafiosa y criminal del Clan del Golfo.
@germanayalaosor