Por LUIS EDUARDO CELIS – Tomado de El Espectador
Vicenç Fisas Armegol lleva más de cinco décadas dedicado al análisis de los conflictos y la gestión para cerrarlos. Desde joven se consagró a pensar y trabajar en la construcción de paz desde el pensamiento, la formación y la acción directa. Como reconocimiento a su obra, acaba de recibir el Premio Construcción de Paz del ICIP (Instituto Catalán Internacional para la Paz), una entidad de la Generalitat de Cataluña.
Fisas es doctor en Estudios sobre Paz por la Universidad de Bradford (Reino Unido). Como él mismo reconoce, de la mano de la investigación siempre ha estado su activismo en favor de la paz y la defensa de los derechos humanos. Además de ser autor de decenas de investigaciones académicas sobre conflictos, cultura de paz y desarme, el catalán ha sido facilitador y analista de conflictos y de procesos de paz.
Vicenç Fisas tiene un vínculo especial con Colombia, pues constituyó un programa sobre nuestro país en la Escuela de Cultura de Paz en la Universidad Autónoma de Barcelona, y desde allí de manera discreta y perseverante aportó en varios momentos a las experiencias colombianas. Entre 2004 y 2014 mantuvo la iniciativa para el proceso de paz con las FARC. En esta entrevista comparte su experiencia.
¿Cómo nace el interés por los temas de paz?
Empecé a los 17 años, por tanto, hace 55 años, con una preocupación sobre los temas del subdesarrollo, el militarismo y el rearme en el mundo. A partir de allí, fui acumulando temas vinculados por la paz y los conflictos, con etapas de intensa dedicación a varios de ellos. Por ejemplo, en los últimos 25 años he priorizado el estudio de los procesos de paz y de negociación, sea con grupos armados o en crisis políticas.
Usted creció en una España en dictadura. ¿Qué significó eso en su interés en los temas de paz?
Me censuraron un libro sobre la objeción de conciencia al servicio militar, y había que cuidar el lenguaje. De todas formas, pude escribir sin demasiados problemas, pues la dictadura estaba en sus últimos años y había una cierta libertad de expresión.
¿Cuáles fueron sus primeras experiencias en los temas de paz y gestión de conflictos?
Siempre he combinado el activismo con la investigación, pues soy de la opinión de que no vale protestar con simples eslóganes, sino que hay que tener un razonamiento serio y preciso sobre los temas. De ahí mi afán en la investigación, que se ha traducido en la publicación de 67 libros.
Usted fue protagonista del manifiesto para una Cultura de Paz promovido por la Unesco. ¿Qué resalta de esta iniciativa?
Era el proyecto estrella de su director general, Federico Mayor Zaragoza, y tuve la oportunidad de vincularme con él desde el primer momento. De ahí surgió el libro “Cultura de paz y gestión de conflictos”, coeditado con la Unesco, y que tuvo bastante repercusión en América Latina.
¿De dónde viene su interés por Colombia y el esfuerzo de paz?
Llevaba años dedicado al análisis de los conflictos armados, y me di cuenta de que había que ir más allá, buscar una cierta incidencia sobre los acontecimientos, aunque fuera de forma muy modesta. En el 2000 fui al Caguán para entrevistarme con las FARC y hacerles una propuesta, y ya tenía claro que me dedicaría muchos años al conflicto colombiano, acompañando a las gentes de este querido país que estaban buscando la paz. He dedicado 25 años de mi vida a Colombia, y ha sido una de las experiencias más enriquecedoras.
Luego de casi tres décadas de tener un vínculo con el país, ¿qué resalta de este esfuerzo por una Colombia en paz?
La constancia de la gente vinculada con el movimiento por la paz, y la búsqueda de vías pacíficas para resolver los numerosos conflictos que tiene el país. La resiliencia colombiana es admirable y me ha enseñado mucho.
Nos queda pendiente una negociación de Paz con el ELN. Desde su experiencia, ¿cómo podemos avanzar en este reto que siempre causa escepticismo en muchos sectores de la sociedad colombiana?.
Después de seis décadas de lucha armada, ya llegó el momento de plantearse abandonar las armas y convertirse en un movimiento popular, sin armas. El ELN lleva demasiados años negociando (pude asistir a las rondas de La Habana en 2005), y debería entender lo absurdo de la lucha armada en los tiempos actuales, y dar un paso de gigante en esta dirección.
Volvamos a su país. ¿Cómo va la reconciliación de la sociedad vasca?
Avanzando a buen ritmo. Hay muchas heridas, pero el fin de ETA ha permitido crear una sociedad donde predomina el respeto. El País Vasco de ahora no tiene ya comparación con el de antes, por fortuna. Es un ejemplo de las ventajas del silencio de las armas.
El mundo se ha vuelto más peligroso y ahora hay guerra en Europa. ¿Vamos para tiempos más difíciles?
Efectivamente, vivimos tiempos muy malos, con una nueva guerra fría, un rearme brutal y con nuevas políticas de bloques enfrentados. Al mismo tiempo, crecen los países autocráticos, y la democracia está en horas bajas con el crecimiento de los populismos de extrema derecha.
De una vida consagrada a los estudios de conflictos armados y construcción de paz, ¿qué compartiría para las nuevas generaciones de constructores de paz?
Sugiero prestar más atención al cambio climático y sus causas, la buena gobernanza, la superación de la violencia contra las mujeres, mayor análisis geopolítico, más democracia de verdad y más interés por volver al desarme.
Foto de portada: Ricard Cugat