Por ENRIQUE OCHOA ANTICH*
Le han dado a este liberal de muchos años un mandamiento:
– Compañero: toca votar por Rodolfo Hernández.
Entonces el activista del que fue el gran Partido Liberal trae a su memoria las imágenes del presidente Mosquera y del general Uribe Uribe. Desde la terraza de su apartamento, mira el horizonte y cree divisar a lo lejos las rojas banderas liberales.
-Votar por Hernández, votar por Hernández, rumia el liberal, mientras camina de aquí para allá como un tigre enjaulado, e inquiere: ¿Tantas luchas para llegar a esta vergüenza?
Costaba ya votar por Fico, aunque él cumplió disciplinadamente la tarea. Pero… ¿votar por Hernández? ¿En serio? Es ya como mucho, demasiado el cinismo.
Entonces, cual si tronara desde el fondo de los tiempos, cree escuchar la voz de Gaitán: ¡Vale más una bandera solitaria sobre una cumbre limpia que cien banderas extendidas sobre el lodo! Y oye que dice el Tribuno del Pueblo: Amamos hondamente a esta nación y no queremos que nuestra barca victoriosa tenga que navegar sobre ríos de sangre hacia el puerto de su destino inexorable. Bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio. ¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras, la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!
– ¿Votar por Hernández?, se pregunta el liberal… y siente que un frío helado le recorre la espalda.
– ¡¿Votar por este esperpento?!, exclama en voz alta, y una náusea infinita revuelve su alma.
Lo ha escuchado encomiar a… ¡Hitler! Lo ha escuchado mandar a las mujeres colombianas… ¡a la cocina! Lo ha escuchado… ¡amenazar de muerte a uno de sus contradictores! Lo ha escuchado… mofarse de las necesidades de los pobres de Colombia.
El liberal se sacude en un estertor de dignidad. Cierra los ojos, y alcanza a contemplar la sonrisa buena de Luis Carlos Galán. El liberal sabe, en lo más íntimo de su ser, que el ideal pendiente del nuevo liberalismo se encarna hoy en Gustavo Petro. ¿A cuenta de qué atender las canalladas que, lo sabe bien, se han fraguado contra Petro en los ruines laboratorios de la derecha para impedir la victoria del pueblo? El liberal recuerda, palabra por palabra, la frase de Galán: Colombia está dominada por una oligarquía política que convirtió la administración del Estado en un botín que se reparte a pedazos. Petro, socialdemócrata, nacionalista, inteligente, culto, estadista, representa hoy a esa Colombia que quiere salir del hueco de desigualdad, injusticia, pobreza, violencia y corrupción en que fue sumida durante 200 años por esa oligarquía rancia y con uña en el rabo. Es la Colombia buena, trabajadora y libertaria, que se niega a rendir sus banderas. En resumidas cuentas, es el inmemorial sueño liberal redivivo. Parafraseando a Neruda en su Canto a Bolívar, puede decirse que es un sueño que despierta cada cien años cuando despierta el pueblo.
– ¡Ya basta!, prorrumpe con vehemencia.
Colombia no se merece a este zascandil imputado por hechos de corrupción. ¿Votar por este adefesio de la anti-política? ¿Votar por este espantajo, caricatura de Trump?
El liberal evoca las palabras de Galán: Por Colombia, siempre adelante, ni un paso atrás y lo que fuere menester, sea.
Su decisión está tomada: el liberal, corazón palpitante y convicción firme, sin ninguna duda en el alma votará por Gustavo Petro.
* Exdiputado, activista por los Derechos Humanos, integrante de la oposición democrática al régimen chavista desde 1999.
+ Imagen de portada, tomada de Infobae