Por GERMÁN AYALA OSORIO
Si algo hay que reconocerles a los miembros de la élite económica y política que manejan lo que se conoce como el Establecimiento colombiano, es su pragmatismo y agilidad para tomar decisiones. En particular cuando estas últimas tienen que ver con apoyar transiciones políticas y elegir al candidato presidencial que más les convenga a sus intereses de clase.
Ante la inminencia de una nueva contienda eelectoral, esa misma élite económica y política está un tanto desesperada buscando el candidato presidencial que más se ajuste a sus necesidades y negocios. Tienen de un lado, a Sergio Fajardo candidato del GEA y uribista enclosetado. Y del otro, a Alejandro Gaviria Uribe. Pero entienden estos mecenas de la política local que la imagen negativa del matemático antioqueño crece día a día. Y es así, en virtud no solo de las responsabilidades ético-políticas -quizás fiscales y penales- por el proyecto de Hidroituango, sumado a lo que se conoce como la “Don Bernabilidad” durante su alcaldía y, por supuesto, su tibia postura -inveterada- frente al “uribismo”.
Fajardo se presenta como opción política y alternativa de centro de izquierda, pero esto obedece a una estratagema ideológica y a una confusión que se advierte en quienes acompañan al exgobernador de Antioquia en su nuevo intento por llegar a la Casa de Nariño.
La llamada Coalición de la Esperanza es una clara opción de centro-derecha, es un amasijo de políticos cercanos del Establishment colombiano. A esa unión Fajardo invitó a Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes y exministro de Salud en el gobierno de Juan Manuel Santos. “El exgobernador de Antioquia muestra su deseo de que Alejandro Gaviria llegue a la coalición, insiste en descartar una unión con Petro en primera vuelta”, dijo a EL ESPECTADOR recientemente.
Mientras que la imagen de desaprobación de Fajardo crece, un grupo de jóvenes bogotanos “presiona”, a través de pancartas, al exministro Gaviria para que diga que sí y se lance al ruedo político-electoral. Bien sea aceptando la invitación de Sergio Fajardo, o presentándose como un candidato del Partido Liberal, apoyado por la élite económica y política que maneja los hilos del Establecimiento colombiano.
Alejandro Gaviria es carismático, inteligente. Muchos lo ubican como un intelectual. Y sí, creo que tiene ese talante. Pero hay que tener cuidado, para que esas características especiales no nublen el análisis que hay que hacer de su paso por el ministerio de Salud. En una columna, antes de asumir la cartera, Gaviria señaló que “el asunto no es que la salud no es un negocio; la pregunta es cómo hacemos compatible el negocio con el bienestar del paciente”. Y luego, ya siendo ministro en propiedad, y en una especia de balance de su gestión, señaló que había consenso en el país de que la salud es un derecho fundamental.
Se le abona su lucha contra la farmacéutica Novartis a partir de que se declarara de interés público al imatinib, nombre genérico de la molécula que Novartis -que es titular de la patente- produce bajo el nombre comercial Glivec.
Durante el tiempo del confinamiento, Gaviria señaló a EL ESPECTADOR “… tenemos debilidades, algunas ya evidentes: las secretarias de salud están mal dotadas y financiadas en muchas regiones, la coordinación en un sistema tan complejo y transaccional es casi imposible, las desigualdades regionales son muy grandes y, por supuesto, las camas hospitalarias son insuficientes; han aumentado en las últimas dos décadas, pero son insuficientes… Yo creo que, por lo menos, se debe gravar fuertemente a los productores de combustibles fósiles, limitar la financiación a ciertas industrias por parte de los fondos de pensiones y el ahorro público, disminuir el consumo de ciertos alimentos, propiciar una conversación sobre el consumo individual y la crisis climática”.
Gaviria Uribe es un político neoliberal y un hombre cercano a los sectores del Establecimiento que se sentirían a gusto de contar con él en la lucha electoral que se avecina. No genera miedo, como el que sí produce Petro, en especial cuando esa élite sabe que el candidato de la Colombia Humana estaría tentado a tocar sus negociados y parar las acciones con las que han logrado capturar el Estado.
Si se lanza Gaviria, muy seguramente con su carisma derrotaría a Fajardo. Sería interesante ver al exministro de Salud de Santos, enfrentando, discursivamente, a Gustavo Petro Urrego. Eso le daría un talante distinto a las elecciones de 2022. Veremos qué sucede.