Por GERMÁN AYALA OSORIO
El diccionario de la Real Academia de la Lengua define el eufemismo como una “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. En ese sentido, la práctica eufemística deviene con la intención, deliberada o no, de matizar lo que se va a decir, lo dicho o lo hecho. Devendría, igual, con un tufillo de mentira y manipulación, a veces con la intención de no herir susceptibilidades, pero en otras, sin duda alguna, con la finalidad de timar a grupos de personas e incluso, pueblos y sociedades.
“Cuando se analiza el funcionamiento del eufemismo en el discurso político, sin embargo, suele ponerse de relieve la facilidad con que se usa como instrumento desinformativo al servicio de la propaganda; en este sentido, y a diferencia del eufemismo que funciona como estrategia de cortesía al servicio de las relaciones interpersonales, el eufemismo del discurso político parece responder a menudo a la intención de falsear la realidad y de confundir al receptor en provecho del emisor” (Rodríguez González, 1991; Roldán Pérez; Crespo Fernández, 2005ª).
Los políticos, los gobiernos y los Estados suelen apelar a este tipo de práctica discursiva en aras de adornar crímenes, chambonadas o decisiones de política económica con graves efectos socio ambientales. Quizás el más grande eufemismo sea la nomenclatura Desarrollo Sostenible, a juzgar por las crisis ambientales que confluyen en lo que se conoce como Cambio Climático.
El gobierno de Iván Duque Márquez (2018-2022) es una “fábrica” de eufemismos. Al seguir el “legado” y las instrucciones del Patrón de Patrones, un mago en el manejo y exposición de términos llenos de ambigüedades y disimulos, Duque viene apelando a los usos eufemísticos que le permite nuestra lengua, para tapar crímenes de Estado y chambonadas fiscales como la de gravar salarios y pensiones bajas y artículos básicos de la canasta familiar.
Con el proyecto de reforma tributaria que presentará en unos días al Congreso, Duque se “lució” eufemísticamente hablando. “Se trata de financiar y proteger socialmente al país en medio de la pandemia y para los próximos años, las consecuencias económicas que ha traído”, señaló el huésped de la Casa de Nariño. De la misma iniciativa señaló que sería “transformadora, social y sostenible”. Huelga recordar que a la primera o segunda reforma tributaria se le llamó política de financiamiento.
Por fortuna, y a pesar del poder de penetración de los medios masivos que le sirven de ruedas de transmisión para que difunda sus eufemismos, existe el disfemismo, esto es, lo contrario al eufemismo o simplemente, la sinceridad. Y para el caso, y con toda sinceridad o franqueza, Duque presentará una Reforma Tributaria con la que se afectará en mayor grado a la clase media, y mantendrá los beneficios tributarios para los grandes ricos del país que no aportan al fisco lo que deberían tributar como personas naturales.
Pero existen otros eufemismos a los que apelaron en su momento congresistas con el objetivo de encubrir dolorosas realidades sociales. Vamos a recordar algunos: <<en Colombia no hay desplazados, sino migrantes internos>>, dijo alguna vez el senador José Obdulio Gaviria, “ideólogo” de lo que se conoce trágicamente como el “uribismo” y primo del criminal Pablo Emilio Escobar Gaviria.
Y de más reciente ocurrencia, y de las mismas huestes del Gobierno de Duque, salieron a decir que en este país “no había masacres, sino homicidios colectivos”. Toda una oda al engaño y al encubrimiento de una de las prácticas más aberrantes de las múltiples violencias que se manifiestan en Colombia. Son tantas las desgracias que suceden en este país, que ya su propio nombre deviene en un claro eufemismo. No podría dejar de aludir al más encubridor de los eufemismos: los Falsos Positivos. Realmente, se trata de crímenes de Estado, de asesinatos cometidos por agentes estatales, especialmente ocurridos durante la implementación de la Política de Defensa y Seguridad Democrática (2002-2010). En rigor, este territorio debería de llamarse Fosombia, pues explica muy bien en lo que se convirtió el país gracias a la degradación de los actores armados que participaron y participan aún de las hostilidades en el contexto del conflicto armado interno. Así entonces, Colombia misma es un eufemismo.