Por PUNO ARDILA
—Cómo fue posible que en la UIS estudiantes infiltrados se tomaron el campus, y destrozaron y robaron—dijo Osquítar—. Todo dizque para “celebrar” el aniversario del Paro Nacional de 2021. ¿Hasta dónde tendremos que llegar con este gobierno?
—Yo leí por ahí que un profesor de la UIS comparaba esta situación con el uróboro, el esfuerzo inútil —intervino el profesor Bernardino—, pero no estoy seguro de cómo poder comparar ese asalto a la UIS con la figura del uróboro. Tal vez pudiera pensarse que ambos, el concepto del uróboro y la postura violenta de estos personajes encapuchados, representan una forma de violencia que se perpetúa a sí misma y que no conduce a ningún cambio positivo; pero es solo una posible interpretación, y no necesariamente la mejor ni la correcta.
—De nuevo se confunde a los estudiantes —dijo el profesor Bernardo Mayorga— (que no necesitan lecciones de paz, pues solo quieren estudiar) con los malhechores de siempre —menos del 1 % de los matriculados en la UIS—, a quienes [algunos] discursitos democráticos solo les producen risa y les suben el ego.
—Sin duda—dije yo—, fue un acto de violencia y vandalismo, que afecta negativamente a la Universidad y a la sociedad, y es necesario expresar nuestra solidaridad con la comunidad educativa y nuestro rechazo a cualquier forma de destrucción de bienes públicos. Mientras la mayor parte de los ciudadanos considera que “lo público” no es de nadie, y hay que acabarlo, los políticos creen que “lo público” es de ellos, y se lo roban. Estamos jodidos.
—Con estos hechos sí se logran algunos resultados —afirmó el ilustre profesor Gregorio Montebell—; por ejemplo: la pérdida de recursos materiales y tecnológicos necesarios para el desarrollo de las actividades académicas y de investigación; se causa miedo e inseguridad y se afecta la convivencia en la comunidad universitaria; y se vulneran el derecho a la protesta pacífica y la autonomía universitaria, entre otros “logros”.
—El imperio de los brutos —dije yo.
—Riegue, pero no empareje —grito enseguida Maurén—; ahora no venga a decir que todos en la UIS son brutos, o sea, «ignorantes, poco educados, sin habilidades sociales, poco inteligentes o poco sofisticados».
—Cálmese, Maurén —contestó el profesor Montebell—; cuando hablamos de “brutos” aquí estamos hablando de ese 1 % de que habla el profesor Mayorga; estamos hablando de estos cuantos, sobrados de violencia, pero cortos de civilidad, que destrozan los bienes de todos, para victorias pírricas o, tal vez, para beneficios personales. Mire que Manuel Drezner se queja en El Espectador por «la forma vandálica que algunos activistas han adoptado para dejar sentada su protesta» contra el cambio climático, y se han dedicado a atacar invaluables obras de arte. Y dice después: «No se ve qué culpa tengan Degas o Leonardo en el cambio climático para que traten de destruirlos de esa manera, pero no cabe duda de que la labor de esos salvajes lo que logra es hacer olvidar el problema principal». Con acciones como esta, estamos viendo el imperio de los brutos; ¿o no es acaso obra de brutos quemar libros, o llegar, por ejemplo, a destruir el Louvre o las pirámides de Egipto, o partir el David en mil pedazos, dizque para que la sociedad (¿y la historia) les preste atención?
@PunoArdila
(Ampliado de Vanguardia)