Por PUNO ARDILA
—Es increíble cómo la gente es capaz de correrse de un negocio con la excusa más chimba que se le puede ocurrir —gritó indignada Maurén—. Imagínense que me salió comprador para el carro, y después de que llegamos a un acuerdo en el precio, nos citamos en la oficina de Tránsito para recibirle la plata, entregarle el carro y hacerle los papeles. Yo sí noté que el tipo no se sintió cómodo porque acepté de una su primera oferta, pero fue porque no me pareció mala, y yo no quería perder tiempo con esto. Cuando nos vimos, hizo más evidente que estaba incómodo por el negocio, y cuando íbamos a proseguir con lo acordado, le mostré el traspaso firmado por mi hermano. «¿Por qué su hermano?», me preguntó. «Porque es quien figura en los papeles», le contesté. Casi grita el tipo de la emoción. Lleno de júbilo, dijo que algo habría ahí de torcido, y arrancó por entre la gente, como si huyera de quien fuera a darle en la jeta. Sencillamente, necesitaba un motivo válido —para él— y ese documento le pareció un motivo válido, decir que no estaba bien que mi hermano fuera el titular.
—Pues a mí me sucedió algo así —intervino Osquítar—. Yo estaba saliendo con una muchacha muy agraciada, pero parece que a ella no le gustaba que la llevara sino a bailar y a discoteca, y a mí me gusta también ir a fútbol y reunirme con los amigos a tomarnos unas cervezas, jugar billar, echar paja… ustedes saben; y ella como que estaba buscando un motivo para que termináramos. Así que un día la invité a una reunión con unos amigos para tomarnos unos tragos y cantar karaoke, pero ella me dijo que estaba indispuesta, y que se acostaría temprano (y eso que era viernes). Pues con mis amigos planeamos darle una serenata, y contactamos a unos músicos para caerle con la sorpresa, pero los sorprendidos fuimos nosotros, porque en vez de ella salió su hermana, muy apenada, y dijo que Beatriz Elena había salido con el vecino, y que tal vez no llegaba a dormir. Por suerte, la risa de mis amigos fue contagiosa, y pasamos el resto de la noche hablando de esto y riéndonos. El lunes ella me invitó a almorzar, y me dijo que quería escucharme, pero yo no le dije nada, así que después de pensar un rato me dijo que era mejor que termináramos, porque yo no era capaz de decirle nada después de lo que ella me hizo. ¿Cómo entenderlas?
—Pues yo les cuento una, también. Cuando estudiaba en bachillerato aún —comencé mi breve relato—, compartí mis últimos dos años con Germán, con quien cultivé una entrañable amistad. Él —mayor que yo algunos años— había estado ausente de las aulas porque se había retirado para casarse, a pesar de su juventud. A Germán y a mí tuvieron que recibirnos cuando pedimos reintegro, porque las condiciones de institución educativa pública así lo ordenaban, pese al rector, Juan Manuel Pretelt Naranjo, que veía en nosotros un contrapeso a sus ínfulas de dictadorzuelo, y desde el principio la emprendió contra los dos, pero conmigo no pudo por mi rendimiento académico, y en cambio a Germán le clavó matrícula condicional. ¿Y cuál fue el motivo?, que unos años antes, cuando estaba por fuera del colegio, le había contestado “feo” a Aura de Rodríguez, una profesora de bajo perfil, cuando esta quiso inmiscuirse en su vida privada. Y no hubo forma de hacer entrar en razón a un rector para quien no había autoridad. Nunca la hubo. La matrícula condicional acompañó a Germán durante los años que le faltaban, aunque nunca estuvo callado; y su irreverencia fue, y sigue siendo, motivo de inspiración para muchos.
—Este motivo del que habla en su anécdota es muy similar al del lobo De la Espriella —dijo el ilustre profesor Gregorio Montebell mientras me miraba a los ojos, entre divertido e indignado—, porque recurrir (quién sabe con qué métodos) a una denuncia cerrada, sellada y olvidada por sus protagonistas, y resucitarla de entre los muertos judiciales solo para intentar desprestigiar a Matador y —lo más importante— despedirlo de su trabajo, sin que les valga nada en absoluto el daño que causan a las víctimas es simplemente una demostración del recurso infame de gente como esta —y me refiero tanto al lobo De la Espriella como a El Tiempo— de buscar un motivo chimbo para sacar del camino a quien se ha convertido en la piedra en el zapato de este medio de comunicación, godo hasta la médula, pero medio de comunicación al fin y al cabo; puesto que eso de echar “porque sí” a un caricaturista del nivel de Matador no iba a dejar bien parado al Periódico frente a la crítica periodística mundial.
Sí, un periódico de ultra derecha, en cuyas filas hay un opinador de verdad, dándole látigo permanente a los suyos, tenía que terminar en alianza subterránea para quitarse el gorro de encima. Pero tacan burro, porque Matador seguirá dándoles palo y, en cambio, El Tiempo está quedando como un culo asomado por una ventana.
@PunoArdila
(Ampliado de Vanguardia)