Por PUNO ARDILA
—A mí no me parece justo —dice Osquítar— que salgan a criticar de esa manera tan dura a mi general Sanabria, solo porque es católico y adora a la Virgen. ¿Cuál es, entonces, tanto cacareo con la libertad de expresión?
—No confunda “libertad de expresión” con otra cosa— contestó enseguida el ilustre profesor Gregorio Montebell—, El general Sanabria, Osquítar, como todos, tiene (y debe tener) todo el derecho de creer en lo que sea, y tiene también el derecho de rendir culto a quien quiera; y, por ahí mismo, tiene la libertad de expresarlo y de expresarse. Pero no debe utilizar su cargo para presionar a otros sobre sus creencias ni sus preferencias, en especial a sus subalternos y a quienes están bajo su influencia, directa o indirecta, para hacer proselitismo político ni religioso. No debe confundirse libertad de culto o libertad de expresión con uso del poder para coartar libertades ajenas.
—Lo que pasa es que a las fuerzas armadas siempre les han cargado duro —replicó Osquítar—, y, si no, vean que cuarenta años después siguen culpando a las fuerzas oficiales por la retoma del Palacio de Justicia. Así también, alguien brillante, como mi general Sanabria, por ser quien es, lo desdeñan por decir lo que piensa. No es justo.
—Hay que ver de qué lado está cada quien, Osquítar. Las fuerzas legítimas del Estado deben actuar desde la ética y las directrices legales, y no igualarse con quienes están al margen de la ley. En cuanto a la libertad de cultos, esta existe en Colombia, pero no puede aprovecharse el poder para presionar a los demás. Podemos creer en lo que sea, pero no debemos intervenir en las creencias de los demás.
—Usted me perdona si lo contradigo, profesor —interrumpió doña Nati—, pero eso que dice existe solamente en el papel; así como hay racismo y homofobia, aunque digamos que no, también existe un odio terrible por lo que no sea considerado convencional en lo religioso. ¡Ay de quien se deje pillar en nuestras comunidades primarias con manifestaciones espirituales diferentes, porque lo marginan! (Y digo ‘primarias’ por básicas y primitivas). En nuestro país es muy peligroso pensar diferente de como piensa “todo el mundo”, y, por tanto, es muy peligroso profesar una religión distinta de la que profesa en general la comunidad en donde se vive. Y que ni se le ocurra a alguien marginarse de las religiones y declararse librepensador, porque estas comunidades primitivas reencarnan en la Inquisición. En nuestro país pueden menospreciar al prosélito de otra religión, o marginarlo, o hasta burlarse de él, por sus costumbres o por su fanatismo o por lo que sea; pero a quien se considera ateo, o quien abiertamente se declara ateo lo señalan con el dedo y lo persiguen como al mismísimo Satán, y lo acusan abiertamente de ser la reencarnación del demonio, así ese ateo haya confesado, precisamente, que no cree en dios alguno, ni mucho menos en ángeles ni en demonios. Pero eso no se lo perdonan; que sea creyente de lo que sea, pero no que sea ateo, porque ese sí que es un pecado terrenal para estas comunidades celestiales.
@PunoArdila
(Ampliado de Vanguardia)