Por Gerardo Martínez Martínez
Una semana muy dura
para algunos personajes,
que mantienen el ropaje
de gobiernos de impostura.
Se aferran a la locura,
muy cercana a la demencia,
de arrogancia y prepotencia,
de la vanidad, el trono,
para generar encono
sin humildad ni decencia.
Esa obsesión de poder
los presume invulnerables,
mandamases, intocables,
para abusar y joder.
Se resisten a aprender
la lección de cada día,
y no aceptan, ¿quién diría?
que es bien falsa la importancia,
distante de la prestancia,
cercana a la egolatría.
Son ellos, tan solo ellos,
los del nicho y la corona,
«de seda viste la mona»,
muy perfumados, muy bellos.
Con cámaras de destello
y luces de vanidad,
desconocen la humildad
del sabio humano prudente,
porque ellos ya no son gente,
ellos son divinidad.
Hemos de verlos un día,
entre injurias y dobleces,
terminando aquella orgía
de la falsa primacía
comiendo sus propias heces.