Por GERMÁN AYALA OSORIO
Las declaraciones entregadas por Aída Merlano a los periodistas de Cambio constituyen un golpe de opinión, con el claro objetivo de sepultar a la ya fallecida Semana, publicación que deambula como órgano oficial de los Gilinski y acérrima propagandista de la causa uribista.
Los efectos políticos y mediáticos y las lecturas moralizantes que ya se hacen de lo dicho por la exsenadora enturbian aún más el ambiente electoral, al tiempo que sirven para medir el talante moral y ético de los compañeros de coalición de Alejandro Char. a su vez, permiten probar dos grandes mentiras con las que cientos de miles de periodistas salieron y salen aún formados de los programas de periodismo: la universalidad de los criterios de noticiabilidad y la objetividad. En esta columna me dedicaré, entonces, a tres asuntos: el primero, el regreso de la revista Cambio. Segundo, la autocensura de El Heraldo y sus impactos en dos valores/principios del periodismo. Tercero, el talante ético y moral de los compañeros de Alejandro Char, que prefirieron guardar silencio ante lo que no es conveniente asumir silencio alguno.
Vamos por partes, como diría Jack el Destripador. Sin duda, el regreso de Cambio sirve para hacerle contrapeso a Semana, publicación que en manos de la señora Dávila y los Gilinski pasó de ser un medio respetable de análisis y ejemplo de periodismo, a una publicación que recurre al lenguaje periodístico con fines propagandísticos. Eso sí, una propaganda que oscila entre gris y negra.
En esta primera edición de Cambio faltó al menos un artículo de investigación. Con solo opinión no será posible inhumar a la revista Semana, vocera del régimen uribista. Espero encontrar en próximas ediciones más investigación sobre temas coyunturales.
En lo referente a las dos mentiras que se repiten aún en las escuelas de periodismo, hay que decir que El Heraldo evitó registrar el grueso del escándalo mediático y político que generó lo dicho por Merlano. Imagino que la editora del periódico regional asumió que no debía replicar lo que otros medios publicaron en torno a la compra de votos y a la corrupción público-privada en la que según Merlano está involucrado el clan Char y empresarios de Barranquilla. Ese acto de autocensura de El Heraldo deja sin validez lo que profesores y periodistas repiten como loros: que los criterios de noticia son universales y por lo tanto, se deben aplicar en todo momento; y que hay que hacer un periodismo objetivo. Sin duda, con la postura editorial asumida por El Heraldo esas dos “verdades históricas” del periodismo quedaron sin piso. Con dicha postura editorial el mensajero dejó de serlo, para convertirse en un estafeta más, un emisario de lo que en este país está mal pero nadie se atreve a cambiar, porque ya se naturalizó: la compra de votos y otras prácticas corruptas.
En cuanto al silencio cómplice de los compañeros de coalición de Alejandro Char, hay que señalar que constituye la mejor prueba del doble rasero con el que la sociedad y los miembros de su clase política suelen medir los actos de corrupción. Convocar a los periodistas para luego no decir nada sobre las declaraciones de Aída, explosivas por demás, es irrespetuoso con la prensa y permite apreciar el talante acomodaticio de los compañeros de la Coalición de la Experiencia. El silencio cómplice obedece a que priman los intereses electorales y políticos sobre los graves señalamientos de Merlano, que incluyen una orden para asesinarla, violencia sexual y por supuesto, la sempiterna y natural compra de votos.
El cansancio que hoy se evidencia en una parte importante de las audiencias en torno a la corrupción pública y privada está anclado al cinismo de los políticos profesionales hoy en campaña. Al perderse los mínimos éticos y ante el triunfo del ethos mafioso que se entronizó desde 2002, la mayoría de los colombianos deviene en una profunda confusión moral, fruto no solo de ese ethos mafioso, sino de lo acomodaticia que resulta de tiempo atrás la ética periodística.
Adenda: Es de lamentar la filtración a Semana de piezas procesales protegidas de la Corte Suprema de Justicia. Alguien desde adentro busca beneficiar a la familia Char. Ojalá dentro del alto tribunal se esclarezcan estos hechos y se dé con el responsable.
@germanayalaosor
* Foto de portada, tomada de Semana.com