— Dos titulares de primera página en Vanguardia llamaron mucho mi atención —dijo José Sosa—: «Bumangueses se merecen un transporte digno» y «Taxistas solicitan respetar las normas»; porque aquí, donde yo vivo, tenemos todas las facilidades y las condiciones para transportarnos, pero esa oferta sigue siendo lejana frente a lo que puede considerarse digno. Pero, por otro lado, que los taxistas apoyen el respeto a las normas sí me parece ejemplar en Colombia; mereciera replicarse en el mundo entero.
— Hay que tener en cuenta que las normas para los taxistas tienen mucho acomodo —contestó el ilustre profesor Gregorio Montebell—, que por estos lados tienen no solo muchos avances frente a sus “derechos” en las calles, sino que, con el pretexto de que «estoy trabajando», se atraviesan en la vía cual camión de gaseosas y no dejan pasar a nadie.
— Entiendo que los taxistas que hablan en Bucaramanga se refieren al servicio en el aeropuerto…
— Vale tenerlos en cuenta, entonces, porque el servicio de taxis en Palonegro ha venido mejorando. Sin embargo, hay que tener en cuenta que a la rampa de llegada solo pueden entrar ellos, y no se permite que los vehículos privados recojan a los suyos —cosa excepcional en el país—, y los taxis pueden estacionarse también donde se supone que sí hay espacio para los privados. Pero lo más importante es que para este aeropuerto no hay servicio público de buses ni busetas —otra cosa excepcional en el país— y el pasajero se ve obligado a tomar el servicio de taxi, individual o colectivo.
— ¿Pero no dice usted nada porque los taxistas están a la baja frente a tanta piratería y tantas aplicaciones? —replicó Osquítar.
— Claro que sí, Osquítar. Esto que estamos viendo, y por lo que se quejan los taxistas, es una espiral social que viene de problemas no resueltos, y que tienen que ver, precisamente, con el segundo titular, el que se refiere al “transporte digno”. Primero, el servicio de buses, sin distingos de clase, no llega a todos los lugares del área metropolitana. Segundo, los taxistas presionan, y el Gobierno acepta la invasión del espacio público y la exclusividad en las vías que deben ser para todos. Hasta pone a los usuarios a pagarles prima de Navidad, como si eso no le correspondiera al empleador.
Esta desventaja del usuario frente al transporte ha obligado a buscar alternativas económicas en los piratas y las aplicaciones, y a conseguir gratuidad en el acto delincuencial frente al transporte masivo, y eso termina en la quiebra del SITM, y posiblemente en la quiebra del transporte formal de taxis amarillos y en el caos y la anarquía.
Todavía falta, pero vendrán días peores. Se lo garantizo.
@PunoArdila