Por OLGA GAYÓN/Bruselas
Estos tres, Tonny Blair, George Bush y José María Aznar, responsables de los crímenes de guerra en Irak, al lado del criminal de guerra Vladimir Putin deberían ser llevados ante un tribunal internacional. Estos tres dinamitaron, literalmente, la buena dirección que llevaba el mundo hasta antes de la irresponsable y sanguinaria guerra contra Irak.
Gracias a ellos, que justificaron esa atroz invasión, se desestabilizó no solo Irak sino todo Oriente Próximo, especialmente Siria. Y los crímenes de guerra de Israel contra Palestina, desde esta guerra, han aumentado de una forma monstruosa. Desde la intervención de Estados Unidos y sus aliados en Irak, el mundo, especialmente Occidente, se ha convertido en el nido de los neofascistas que odian a las mujeres, los inmigrantes, los homosexuales, la población LGTBI, las personas no blancas, especialmente negras y de origen árabe, así como a la ciencia, la educación, la cultura, el arte y todas las manifestaciones sociales en las que la diversidad, el mestizaje y el pluralismo sean su señal de identidad.
Los fascistas como Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Uribe en Colombia, Duterte en Filipinas, Bachar al-Assad en Siria, Le Pen en Francia, Meloni en Italia y ahora Bukele en Centro América, son el producto directo que salió de esta injusta intervención militar. A partir de ella, todo estos líderes deleznables se sintieron con el poder y el derecho para esparcir por el mundo, sin que fuesen repelidos por la opinión pública, toda esa basura extremista que brota de sus mentes enfermas y que ha llevado a que grandes democracias como las europeas, le sonrían nuevamente al fascismo.
Como consecuencia de las mentiras de estos tres para invadir Irak y destrozar a su población, con más de 600.000 víctimas, se potenciaron los fundamentalistas islámicos, que se adueñaron de diferentes sociedades en el mundo árabe, causando millones de víctimas. Las atrocidades que realizaron Estados Unidos y sus aliados en Irak también han causado cientos de muertos en España, Reino Unido, Francia, Bélgica y Alemania, asesinatos en masa, perpetrados por esos islamistas fanáticos que ellos despertaron con esa guerra.
A sus mentiras para intervenir en Irak le debemos esta brutal guerra que el criminal de guerra Vladimir Putin realiza contra el inocente pueblo ucraniano. A partir de que la mendacidad hizo carrera en las relaciones internacionales, y tomando como modelo los engaños de este trío de las Azores, cuanto sátrapa se le ocurre apoderarse de territorios ajenos, justifica con mentiras evidentes, los bombardeos contra millones de personas.
Según el ahora líder mundial reclamado par el Tribunal Penal Internacional de La Haya, Ucrania es territorio de nazis, cuando no existe no solo ni una prueba de ello, sino que en esta guerra, Vladimir Putin se ha quitado la máscara y ha demostrado ser el líder fascista que desde que llegó al poder en 2000, ha sido; solo que muchos no querían verlo. Su intervención en Ucrania recuerda casi que literalmente los argumentos del nazi Adolf Hitler para apoderarse de Polonia y luego de Europa: Alemania necesita su espacio vital para sobrevivir. Eso es lo que, con otras palabras ha dicho Putin sobre Ucrania, quitándole su derecho a existir como nación y como pueblo: más fascismo que este en el siglo XXI no hay.
Estos tres líderes mendaces, Bush, Blair y Aznar, llevan tras sus espaldas no solo los miles de crímenes en Irak y su destrucción como país, sino el caos generado en el mundo por esa guerra que jamás debió darse. Gracias a estos tres, entre otras cosas, el criminal de guerra Vladimir Putin tiene a Europa y al planeta amenazados con una posible guerra nuclear.
Sería sano para las relaciones internacionales que al menos, George Bush, criminal de guerra en Irak, acompañara al criminal de guerra Vladimir Putin en su juicio para responder por crímenes contra la humanidad.
Esta fotografía, conocida como la de las Azores, en la que estos tres sonreían en marzo de 2003, tras decidir que Estados Unidos invadiría Irak basado en mentiras que nadie creyó, constituyó entonces y constituye ahora, una monumental vergüenza para la humanidad. Sus sonrisas son nuestro grito de dolor.