Por SANDRA GARCÍA
Masacre: Matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida.
Empiezo mi columna con la definición de una palabra que se respira en Colombia diariamente: “masacre” una palabra que nos condena y que aumentó en los dos últimos años, una palabra que duele, manipulada políticamente por el supuesto presidente Iván Duque, quien con eufemismos categoriza las muertes y violencias que suceden en este país a su conveniencia y la de su partido de gobierno, avivando la violencia y tratando de justificar el renacimiento de la fracasada Seguridad Democrática.
Amparadas en el avivamiento del «servicio a la Patria», las Fuerzas Armadas convocan al reclutamiento obligatorio de jóvenes pobres, la mayoría en contra de su voluntad. Deben cargar un arma y enfrentarse a la muerte, mientras que los hijos de los adinerados pagan por la expedición de su libreta militar sin jamás pisar un batallón, estudian en las mejores universidades y hasta se vuelven «emprendedores” de zonas francas, reciclaje de basuras o venta de artesanías.
En los Anexos de este documento de la Defensoría del Pueblo se puede ver que los jóvenes enlistados obligatoriamente para servir en el ejército pertenecen en su mayoría a los estratos 1 y 2, y las edades de reclutamiento con más porcentaje es de 18 a 21 años, que representa el 90 por ciento de los reclutamientos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Unicef, la adolescencia va de los 10 años a los 19 años, sin descartar adolescencias tardías que llegan hasta los 21 años de edad. Lo cierto es que un adolescente no entiende a plenitud la relación entre sus actos y consecuencias,y esto lo hace vulnerable a la explotación y a la asunción de conductas de alto riesgo.
“Un estudio dirigido por el neuropediatra Jay Giedd descubrió que las áreas del cerebro de las que dependen nuestros juicios racionales y una atención ajustada a la realidad en términos de costos y beneficios, objetivos y riesgos, alcanzan su madurez a lo largo de la veintena.”
Esto se traduce en que los jóvenes de estratos bajos que las FF. MM. de Colombia reclutan forzosamente bajo el lema “patria e institucionalidad”, están disfrazados de adultos y en muchos casos terminan abruptamente sus cortas vidas ultimados en combates inútiles. Así las cosas, el llamado a filas castrenses de bachilleres en nada se diferencia del reclutamiento forzoso por parte de grupos al margen de la ley, y es promovido por políticos sedientos de guerra que nunca tomarían un arma para defender a su “amada nación”.
Es hora entonces de replantear el reclutamiento forzado desde cualquier sector, incluso desde el mismo Estado. Se trata de proteger la integridad de los jóvenes y adolescentes de este país: que ninguno se vea obligado a portar un arma ni a morir a causa de un conflicto armado.