En defensa de Aída Merlano

Por Felipe A. Priast

Apoyo al 100 por ciento la volada de Aida Merlano. No porque yo sea un corrupto como ella, sino porque la cogieron de chivo expiatorio por ser “hija de menos madre». Ahí está María Fernanda Cabal, la misma vaina que la Merlano, y está cagada de la risa. Ahí estan Alex Char y Antonio Char, ambos implicados en la compra de votos, pero no les ha pasado nada. ¿Y qué me dicen de Robertico Gerlein?

La cogieron de chivo expiatorio por ser “hija de menos madre».

Mucha burla, mucho meme, mucho chiste alrededor de la volada de Aida Merlano. Y no es para menos. Ese escape y el de Santrich son síntoma de un problema más profundo y significativo: la convicción de los dos volados de que no han recibido una justicia justa e igualitaria, sino una justicia SESGADA. El defendido, en ambos casos, ha optado por escaparse en lugar de someterse a tan torcida justicia.

A Aida Merlano le metieron 15 años de cárcel no porque hubiera comprado votos, sino porque no es una pelada “bien”. Y de una vez por todas le digo a este gobierno: si se aparece Aída por acá en la USA y me toca la puerta pa’ que la esconda, la escondo, la visto, la alimento y le doy plata para que no se deje coger otra vez.

Lo dije hace unos seis meses: ¿ustedes creen que yo me hubiera dejado meter preso por la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez? ¡A mí me mete preso un tipo íntegro, no una rata infinitamente peor que yo!

Las faltoneadas a la justicia no empezaron con Aida Merlano, ¡para nada! Esto empezó el día en el que el procurador Alejandro Ordoñez abusivamente removió a Gustavo Petro de la Alcaldía de Bogotá. Luego, siguió con los abusos de Néstor Humberto y los continuos retos de Álvaro Uribe a la Corte Suprema, y quedó rematada con la encerrona que le montaron a Santrich.

La derecha, creyendo que necesitaba detener el avance de la izquierda con abusos y arbitrariedades legales, no se dio cuenta de cuánto está erosionando la noción de justicia. Esa erosión ha avanzado tanto, que ya nadie cree en la justicia. Cuando la Merlano se va presa por compra de votos, pero los Char, la Mafe Cabal y los Gerlein capan cárcel siendo culpables de los mismos cargos, ahí la justicia pierde su valor, se envilece, se iguala por lo bajo con los delincuentes.

Se las voy a poner así, a sabiendas de que soy un pacifista que no mata una mosca: si yo mato a alguien en Colombia, me rehusaría a ir preso. ¿Por qué? Porque en Colombia existe un redomado delincuente conocido con el alias de Varito, vinculado a múltiples masacres, que no se ha ido preso, y si él no se va preso, yo tampoco. Varito no es más “gente” que yo ni su familia lleva más tiempo en Colombia que yo, ni él es más decente que yo, ni es más inteligente que yo. ¡¿Por qué cojones entonces yo me tendría que ir preso mientras él sigue libre por peores crímenes?!

Esta reflexión se la está haciendo todo el mundo, y la que termina erosionada es la justicia. Hablando en términos estrictamente uribescos, todo el mundo en Colombia tiene por lo menos un muerto a cuestas, y marica el que se deje meter preso, quién le manda ser tan güevón.

Por eso hay que meter preso a Uribe, a los Char, a Gerlein, a la Cabal y a todas las ratas de Colombia que han capado cana, para que la gente vea que hay una justicia legítima que le aplica a TODOS, no solo a los de ruana.

Yo soy tan decente y tengo tanto crédito bajo los estándares de la justicia de Uribe, que me alcanza para matar al mismísimo Uribe, y no me voy preso. ¡Ni por el putas me voy preso por matar a ese hijueputa!

No lo voy a hacer, por supuesto, no lo voy a matar, pero quisiera que Varito supiera que tengo SU “crédito de impunidad” para hacerlo, dentro de la misma erosión de la justicia que él mismo ayudó a socavar, valga la redundancia. Si matar no es un crimen para Uribe, matarlo a él tampoco es un crimen. Y no lo estoy proponiendo ni lo haré, solo aplico su propia lógica.

La Justicia es igual para todos. Aída Merlano tiene crédito, amplio crédito, y ese crédito se lo dieron Mafe Cabal, Antonio Char, Robertico Gerlein, los Guerra de Sucre, los Name, los Gnecco, los Cote, los Besaile, los Aguilar, y todos los demás hijueputas de este país que compran votos para elegirse y nunca se han ido presos por comprar votos.

Y le queda a Uribe determinar si es que quiere irse preso el 8 de octubre, calladito, sin hacer escándalo, o si los 10 millones de colombianos que lo detestamos tenemos que usar nuestro crédito para hacer justicia, si bien de otro tipo.

Cuando la justicia se vuelve ilegítima, entran en vigor otras formas de justicia.

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