Por PAME ROSALES
Este año los empresarios de hoteles, restaurantes y bares la han pasado bastante mal. Después de una corta tregua la pandemia apretó de nuevo, y en consecuencia algunos alcaldes volvieron a imponer medidas, algunas sin pies cabeza, de manera que de nuevo les llegaron las vacas flacas a estos establecimientos.
Sin embargo, en medio de todo este panorama, el restautante Egeo de Medellín se dio un ‘lujo’ de la más rancia estirpe mojigata al no permitirle la entrada a una mujer alegando que al vestir un supuesto atuendo sadomasoquista, no cumplía con el código de vestuario del lugar y, en segunda, que allí no se permitía «el ingreso de prostitutas», como le informaron al hombre que la acompañaba. El lujo de perder a una pareja de clientes, en suma.
Entonces uno se queda pensando si es que el pensamiento retrógrado de la administración del restaurante es tan fuerte como para imponerse sobre el pensamiento lucrativo o comercial, que supuestamente impera en esa zona del país.
O si, por, el contrario, es el resultado de un pensamiento lucrativo o comercial de la administración. Tal vez calcularon la publicidad gratuita que traería el escándalo, gracias al pensamiento mayoritariamente retrógrado de los antioqueños: el alboroto atraería a muchísimos clientes nuevos, de los que asumen que ese es un sitio ‘decente’ o de ‘buenas costumbres’, en el que no atienden a ese tipo de gentuza.
O si todo no es más que un caótico batiburrillo de superstición, clasismo, codicia, maquiavelismo y estupidez que, entre pinochazo y carambola, da buenos resultados hoy y pésimos el mañana.
O viceversa.