Por GERMÁN AYALA OSORIO
La escena, por demás grotesca, escandalosa y ridícula, en la que varios miembros de la Escuela de Oficiales de Policía Nacional con sede en Tuluá (Valle) aparecen disfrazados de militares nazis, sirve para insistir en la imperiosa necesidad de intervenir todos los centros de instrucción y formación de oficiales y suboficiales de la Policía y de las Fuerzas Militares.
Si no fuera por la carta de protesta de las embajadas de Israel y Alemania, el episodio no hubiera traspasado las fronteras de las redes sociales, donde las críticas, insultos y memes no se hicieron esperar. En el insuceso hay varios asuntos para examinar. El primero, la evidente subvaloración o desconocimiento de los efectos que dejó en la humanidad el Holocausto nazi. Si el removido director de la Escuela de Policía Simón Bolívar, Jorge Bayona, desconoce lo que ocurrió en la Alemania Nazi, probaría que hay enormes y graves vacíos en la formación de oficiales de la institución. Ni policías ni militares colombianos pueden sentirse identificados con la macabra y lóbrega figura de Adolf Hitler y su proyecto político. Si existen oficiales y suboficiales colombianos que sienten atracción o que admiran al genocida de marras, estos deben ser retirados, pues constituyen un peligro para la sociedad, en particular cuando desde el 2002 en Colombia, se viene consolidando un régimen hegemónico, mafioso y violento.
El segundo asunto apunta a la urgente necesidad de que la Academia intervenga las escuelas de formación de policías y militares. Dicha intervención no solo debe darse para formarlos en historia universal, sino en una perspectiva humanística que lleve a los estudiantes a reconocer que las guerras y proyectos hegemónicos como el que lideró el criminal Adolf Hitler, son la mayor expresión de la perversidad y la estupidez humanas. De igual manera, hay que abocarlos a que estudien con rigor y amplitud mental los horrores que todos los actores armados, legales e ilegales, vienen dejando en propias tropas y en la población civil, en el contexto de un degradado conflicto armado interno. Haber defendido con armas una causa política no puede servir como patente de corso para darles categoría de héroes a quienes mancillaron el honor de portar un uniforme.
Los embajadores de Israel y Alemania, en Colombia, exhortaron al gobierno de Iván Duque a reforzar la formación de los policiales: “en el marco de este evento lamentable en Tuluá, las embajadas de Israel y Alemania en Colombia hacen un llamado al gobierno de Colombia para reforzar la pedagogía en las instituciones oficiales y el sistema educativo sobre el Holocausto. En ese contexto hacen el llamado de adherirse a la alianza internacional de conmemoración del Holocausto IHRA para educar y evitar este tipo de casos en el futuro”.
Y un tercer asunto, no menos importante, es el uso de las redes sociales. No pueden estas usarse para exaltar vergonzantes episodios universales como el Holocausto. Tampoco deberían usarse para tratar de lavar la imagen negativa que se viene consolidando de las Fuerzas Armadas, sin que haya de por medio un proceso de depuración, en particular dentro de la Policía y Ejército, sobre las recaen los mayores señalamientos por corrupción y delitos de lesa humanidad, como los <<falsos positivos>>. Lo ocurrido en Tuluá debe servir para valorar la vida y las diferencias, por encima de aquellos que, como Hitler, invalidaron y subvaloraron la vida de judíos, enfermos, gitanos, negros y homosexuales.
Guardadas las proporciones en prácticas propias de nazis, en Colombia y en el Valle del Cauca hay militares, policías y civiles que odian a los miembros de la comunidad LGTBI+, a los afros, campesinos e indígenas. Nuestra historia reciente muestra que en muchos policías, militares y civiles se esconde un pequeño Hitler con el que, unos y otros, salieron a hacer “limpieza étnica” durante el Paro Nacional y durante operativos, en el marco del conflicto armado interno.
Lo que no podemos permitir es que la Policía, la institución más cercana a la ciudadanía, termine “Gestapándose”.