¿Es posible derrotar el golpe de Estado blando?

Por HORACIO DUQUE*

El golpe de Estado (blando, duro o judicial) contra el presidente Gustavo Petro es un “significante vacío” que recoge todas las pulsiones, rabias, odios y obsesiones de la extrema derecha contra el jefe del Estado.

La última versión de este artefacto político es la decisión del flamante Consejo Nacional electoral (CNE) de dar apertura a una investigación contra la campaña de Petro adelantada entre 2021 y 2022, con el tácito propósito de destituirlo. A sabiendas del fuero judicial que rodea la figura presidencial en Colombia (solo lo puede procesar la Comisión de acusaciones de la Cámara de Representantes), esta plantilla del órgano electoral colombiano –integrada por reconocidas figuras de la derecha y el clientelismo- asumió funciones que no le corresponden, para dar trámite a una revancha de los sectores que fueron derrotados en las votaciones presidenciales del 2022 y recuperar así los institucionales de los que fueron desalojados por la coalición del Pacto Histórico.

Queda configurado un panorama de lucha de clases que alienta el odio de la plutocracia dominante, para dar el zarpazo definitivo a la “primavera política” encarnada en el trasiego reformista y popular del presidente Petro, quien ha puesto toda su voluntad de poder para alcanzar la paz, la justicia social, la económica y la ambiental a favor de millones de ciudadanos excluidos por un sistema atrabiliario del que se rentan y sirven minorías sociales racistas y violentas.

Esta película tiene cierta similitud con la destitución de Dilma Rousseff en Brasil, en agosto de 2016. Hay que volver la mirada hacia este caso, por los aparentes visos de legalidad que instrumentalizaron.

En la esfera pública Petro ha refutado, uno a uno, los cargos endilgados por esta banda de politiqueros que finge magistratura y sentido de Estado, cuando en realidad emergen de las entrañas mismas de la corrupción y la trampa judicial: César Lorduy es un vulgar operador de la compraventa de contratos públicos (como el del Acueducto rural en el rio Bermejo del Cauca o los tendidos eléctricos de Tumaco/Guapi por 380 mil millones financiados con dineros del Ocad Paz) y Álvaro Hernán Prada encarna el rampante engaño judicial para favorecer la parapolítica y las artimañas de su jefe el caballista del Ubérrimo (AUV), acosado por punta y punta en los estrados judiciales.

En sus herramientas de comunicación con la multitud, el presidente Petro ha dicho con lucidez que el golpe de Estado ha dado un inequívoco primer paso. No es una falsa alarma. No es una exageración, y hay que derrotarlo.

¿Cuál la forma, cual el método, cual la ruta para aplastar esta arremetida reaccionaria? La respuesta es la lucha de masas con las Asambleas populares y con la movilización del poder constituyente.

En la actual coyuntura es prioritario hacer pedagogía sobre el verdadero sentido del cambio democrático y populares. Hay que corregir los errores que alimentan el escepticismo popular, como los detectados en la alicaída Paz total.

La movilización de masas y las Asambleas populares para derrotar el golpe blando, debe pasar de una mera frase o retórica vacía a concretarse en su organización y despliegue. Alguien en el gobierno y en el bloque político popular tiene que asumir las tareas correspondientes con disciplina y energía. La pelota no se la pueden pasar del uno al otro mientras el demonio neofascista arremete para destruir lo conquistado en los últimos 26 meses.

En ese orden de ideas, hay que hacer todas las tareas. Desde la más simple a la más audaz. Desde pintar una consigna, escribir una nota, utilizar las redes sociales, ir a un conversatorio, poner a funcionar la radio y la TV, hasta promover grandes eventos como las Mingas indígenas y las movilizaciones obreras lideradas por la Cut y organizaciones sindicales como Fecode y Fenaltrase.

Es la multitud en su materialidad rizomática la que debe definir en asambleas, marchas y manifestaciones el curso posterior de nuestra historia para garantizar la transición hacia la paz democrática que lidera el presidente Petro, imprescindible en un horizonte que debe prolongarse más allá del 2026.

No hay que creerse cuentos: la historia hace los arreglos convenientes para evitar su degradación contrarrevolucionaria, pero hay que acompañarla en ese menester. No hay que pecar por ingenuos o por ser simplemente idiotas de los que se aprovechan con “vivazos” tipo Prada, Lorduy y los otros del CNE.

@HoracioDuque8

* Horacio Duque es historiador y analista político.

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