Por HUMBERTO TOBÓN*
La llaman “la trocha de la muerte”. Es la carretera que conduce de Medellín a Quibdó. Todos conocen la crítica condición de ese carreteable por la inestabilidad de su laderas. A pesar de ello, la gente se aventura en una travesía casi que obligatoria, que le ha costado la vida a centenares de personas en los últimos treinta años.
Se volvió costumbre que lloramos y lamentamos las muertes que se producen por los deslizamientos de tierra en gran parte de la región Andina, el Pacífico y el sur del país, pero las intervenciones para solucionar la inestabilidad de los taludes no se ven.
Las causas de tanto deslizamiento se relacionan con fallas geológicas, la deforestación, la erosión, la ocupación indebida de terrenos y la acumulación de agua por lluvias. Las consecuencias se miden en pérdidas de miles de vidas humanas y multimillonarios daños económicos.
La muerte de 40 personas en cercanías de Carmen del Atrato es un episodio más de los muchos que ocurren en el país. Lo vergonzoso de estos hechos, es que se sabe que van a suceder, especialmente en las temporadas de lluvia. Incluso hay mapas de riesgos donde se indican los lugares que podrían ser más afectados, pero no se actúa oportunamente.
Un caso paradigmático es lo que sucede en el municipio de Rosas en el departamento del Cauca, donde se muestran los grados de imprevisión y desidia a los que se ha llegado en la gestión del riesgo de desastres. En 2019 hubo un deslizamiento que causó la muerte a 14 personas. En el mismo sitio, cuatro años después, se produjo otro deslizamiento, que movió ocho millones de metros cúbicos y afectó a 164 familias, aislando buena parte del país por la vía Panamericana.
Un caso similar al de “la trocha de la muerte”, pasó en diciembre de 2022, cuando un alud de tierra sepultó vehículos ocupados por 34 personas, todas las cuales fallecieron en el sector La Cabaña en el municipio de Pueblo Rico en la vía que conduce de Risaralda al Chocó. En ese mismo sitio se habían presentado deslizamientos que obstaculizaron el tránsito entre los dos departamentos.
El listado de tragedias de este tipo es larga y no aprendemos las lecciones, porque todos los esfuerzos se concentran en la construcción de las carreteras, pero nadie mira con detenimiento y responsabilidad hacia las laderas, especialmente en una geografía tan quebrada e inestable como la nuestra.
Muchos de los desastres que se producen por deslizamientos de tierra, tienen la característica de estar ubicados en carreteras que conectan a municipios de por lo menos dos departamentos, lo que implica que es necesario que cualquier solución sea supradepartamental. La región RAP Eje Cafetero ya cuenta con un plan regional de gestión del riesgo, construido concertadamente por cuatro departamentos y varios municipios, con arreglo a la normatividad existente. Lo que se necesita ahora, es la implementación de las acciones que fueron definidas, con el indispensable e ineludible apoyo del presupuesto nacional.
@humbertotobon
*Subgerente de planeación de la RAP Eje Cafetero