El fútbol, la política, el periodismo y las redes sociales son formas de poder en las que confluyen los individuos para tramitar sus diferencias y exponer sus frustraciones, resquemores o anhelos de felicidad.
El fútbol es un deporte espectáculo que el poder político usa para despresurizar las violentas desigualdades que, en momentos históricos precisos, actúan como válvula de escape a través de las cuales se desahogan sentimientos de rabia, frustraciones y miedos.
La política es la más perfecta de las creaciones humanas, pues mediante su ejercicio los seres humanos tratan de vivir juntos, a pesar de las mezquindades propias del poder, esencia misma de la política y expresiones claras de una condición humana que deviene aviesa y peligrosa.
El periodismo por su parte se sirve del fútbol para hacer posible la manipulación de la conciencia colectiva, en especial la de los fanáticos que cada domingo y por largos 90 minutos se olvidan de las angustias de vivir en medio de sus difíciles condiciones económicas.
Y en medio de este escenario las redes sociales mantienen un doble juego: de un lado, son las vitrinas en las que los usuarios exponen sus vanidades, éxitos y miserias; y del otro, fungen como calderas donde arden los egos, las mentiras y los discursos de periodistas, operadores políticos, artistas y figuras de la farándula. Las redes sociales son el escenario propicio para que la comunicación fracase, porque sobre esta se imponen el odio, la violencia discursiva, intereses particulares y empresariales, así como las mezquindades de todos aquellos que necesitan que sus ideas sean comentadas positiva o negativamente.
En este marco se comprenden las violentas reacciones verbales de centenares de hinchas del fútbol contra el periodista deportivo Carlos Antonio Vélez, conocido como el «doctor». El linchamiento al que ha sido sometido se explica no solo por sus tendenciosos «análisis», en particular el que hizo del partido que llevó a la final al Atlético Bucaramanga, sino porque en lo político es identificado como uribista y además trabaja para RCN, medio de comunicación claramente opositor al gobierno de Gustavo Petro.
Insultos como «calvo HP o malparido» dicen mucho de quienes se los lanzaron después de que el Atlético Bucaramanga obtuvo su primera estrella tras una espera de 75 años. Eso sí, los «análisis» del «doctor» Vélez realmente son provocaciones que dicen mucho del carácter de quien los hace. El solo hecho de hacerse llamar «doctor» sin tener el título que lo acredite como tal, da cuenta de su enorme ego, convertido en la «figurita» que una parte de la hinchada del fútbol colombiano rechaza porque apela a una indescifrable verborrea futbolera.
En la misma red X donde sido escaldado el alopécico locutor, su hijo Luis Carlos Vélez ha corrido suerte ídem, casi por las mismas razones: también es uribista y hace comentarios igualmente provocadores. Lo único que los diferencia es que el «doctor» Vélez habla de fútbol y su vástago, de política. En La FM no hay día en el que no critique al actual gobierno por el solo hecho de ser de izquierda, mientras que durante el gobierno e Iván Duque aplaudía y defendía su administración.
Así entonces, los Vélez son la más clara representación de que el fútbol, la política, las redes sociales y el periodismo son formas de poder que poco o nada ayudan a que las audiencias comprendan el valor de la política como manera de tramitar los conflictos y las diferencias. El uso ideologizado que en sus intervenciones hacen a diario Luis Carlos y el «doctor» Vélez solo tiene una explicación: son uribistas purasangre, sostenidos en sus programas radiales por RCN, un actor mediático que en lo político desinforma a su audiencia, mientras le apunta a mantenerla distraída y adormecida con los partidos de fútbol.
@germanayalaosor