¿Habrá Maduro para rato?

En una jornada electoral llena de dudas y con una buena parte de la diáspora impedida de participar, sumado a que varios presidentes de la región han desconocido los resultados, Nicolás Maduro resultó nuevamente ganador en Venezuela. Se habla de fraude, pero esto no lo determinan las redes sociales ni las opiniones. Habrá que esperar una veeduría internacional o una verificación de resultados. Mientras tanto, aunque polémica, su victoria invita a la reflexión sobre las razones del “apoyo popular” para el presidente y el posible destino de ese país, otra vez bajo su dominio.

En su mandato, que asumió en 2013 después de la muerte de Hugo Chávez, Maduro ha maniobrado con una economía en ruinas, hiperinflación, escasez de alimentos y medicinas, sanciones internacionales y una migración de muchos venezolanos en busca de una vida mejor. Hasta el momento estas sanciones, según Ernesto Samper Pizano en reciente artículo para El País América (reproducido por El Unicornio), se estiman en 930 y «han costado 232 mil millones de dólares y llegaron a reducir desde 2015 hasta la fecha en un 87 % la producción petrolera del país, que es su principal fuente de ingresos».

A pesar de la crudeza de estas condiciones, Maduro ha logrado mantenerse en el poder gracias a algunos factores clave. En primer lugar, el control: fue capaz de consolidar su control de las instituciones del Estado, desde el sistema judicial hasta las fuerzas armadas, los medios de comunicación y, por supuesto, el CNE. Esto le permitió garantizar el resultado electoral que necesitaba para sí mismo y neutralizar la oposición. No menos importante es la cuestión de la legitimidad: varias veces ha habido innumerables denuncias de fraude por parte de la propia oposición, pero el régimen ha podido salir airoso no solo rechazándolas, sino también no teniéndolas en cuenta, ignorándolas.

Segundo, la dependencia económica. Muchos venezolanos aún dependen de los programas sociales creados por el gobierno. Las misiones sociales, que incluyen programas de subsidios directos, alimentos baratos y programas de vivienda han resultado fundamentales para una población (cerca del 81 %) golpeada por la pobreza y la inseguridad económica. Para estos venezolanos, votar por Maduro es proteger su acceso a los beneficios que les ofrecen.

Tercero, la narrativa antiimperialista. Desde que el país ha estado bajo el asedio de sanciones internacionales y de “enemigos externos”, Maduro también ha culpado a estas fuerzas del exterior de la economía nacional y ha logrado desplazar parte de su fracaso al exterior.

Cuarto, la fragmentación de la oposición. Históricamente, la oposición en Venezuela siempre ha estado fragmentada, sin un liderazgo de consenso ni solidaridad de base. Pese a muchos intentos, nunca han logrado constituir un bloque sólido, y sus luchas internas de poder han resultado más dañinas que constructivas. En consecuencia, nunca se había formado una alternativa unificada y fuerte al régimen estructurado en torno a Chávez. La ausencia de una sola figura (han estado las de Guaidó, López, Capriles y Machado, entre otras) ha permitido que el régimen se mantenga en el poder durante tanto tiempo. Como resultado, el futuro de Venezuela tiene aún más incertidumbres que certezas. Es probable que las sanciones continúen, y ciertamente seguirán haciendo daño a la economía estatal y agravando la crisis humanitaria. La relación con los Estados Unidos y otros países de la OTAN continuará siendo tensa, sin signos claros de que se pueda desescalar en el corto plazo, mucho menos si gana Trump en Estados Unidos.

Por otro lado, la presión internacional y el estrecho escrutinio también podrían obligar al gobierno a ceder en las negociaciones y a fomentar un diálogo más constructivo con la oposición. Aunque casi que hipotético, un movimiento político conciliador podría llevar a la reconciliación nacional y allanar el terreno para una futura transición democrática. En este sentido, el pronóstico optimista del Fondo Monetario Internacional sobre el crecimiento económico de Venezuela en los próximos años es una noticia alentadora. Según el informe del FMI, con las medidas adecuadas y una eventual estabilización del Estado como un todo, la economía de Venezuela crecerá a tasas más o menos constantes.

Sin embargo, el objetivo más importante de la presidencia de Maduro será hacer que estas previsiones se hagan realidad. Para lograrlo, el gobierno del líder venezolano deberá ejecutar iniciativas audaces para mejorar la confianza en su economía. Deberá propiciar un ambiente más favorable para la empresa privada, eliminar los obstáculos a la inversión y adoptar políticas fiscales y monetarias sostenibles. También será importante abordar la corrupción endémica que ha reducido la eficacia y la responsabilidad en el uso de los fondos públicos. A menudo se plantea la pregunta sobre el futuro de millones de migrantes venezolanos que han abandonado su país natal en busca de un mejor futuro. La cantidad ha crecido en los últimos años como resultado de la grave crisis económica y política. Una gran cantidad de ellos ha huido a países en Sudamérica, Europa y los Estados Unidos; ¿pretenden regresar en caso de recuperación económica?

Ahora, en el ámbito interno se espera que continúen las políticas de control y represión, lo que dificultará aún más cualquier intento de reforma democrática. Las violaciones a los derechos humanos, la censura de los medios y la persecución de líderes opositores probablemente seguirán, lo cual a su vez alimentará un círculo de inestabilidad y conflicto social. Sin embargo, no todo es sombrío.

La victoria de Maduro también ofrece al chavismo la oportunidad de mostrar su capacidad de adaptación y evolución, aunque es poco probable que la aproveche. La crisis económica demanda a la administración la búsqueda de enfoques creativos y sostenibles para evitar un colapso total, y esto debe incluir reformas económicas pragmáticas y la apertura de la economía venezolana a la inversión extranjera en sectores clave. Al parecer, habrá Maduro para seis años más; la posibilidad de que a la dictadura de Maduro «le queden pocas horas» o de tumbarlo con un cerco diplomático, es un ridículo que no podemos darnos el lujo de creer nuevamente.

@cuatrolenguas

* Imagen de portada, tomada de El Espectador

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