Hoy amanecí ‘Mondrianizada’

¿Qué mejor homenaje podría haber, diferente a que un gran artista utilice tu cuerpo como lienzo durante el más tranquilo de tus sueños? Pues esa ofrenda me la ha hecho en la madrugada de hoy, miércoles 21 de junio de 2023, uno de mis pintores favoritos.

Obra sobre piel en homenaje a Piet Mondrian, del artista Matthew Dickstein.

Al despuntar el día y poner mi primer pie en el suelo me noté algo diferente, mucho más hermosa de lo usual. Y eso hizo que mi café, venido de una entrañable finca cafetera colombiana, me supiera aún mejor de lo que es lo habitual durante todas mis mañanas bruselenses.

No soy mucho de mirarme en el espejo porque no quiero hacerle pasar un mal momento para que, como con la malvada bruja del cuento, tenga que verse obligado a mentirme y decir que soy la más bella entre las bellas. No me miro en él, solo para preservar su existencia, antes de que impelida por la realidad decida lanzarle un gran objeto para dejarlo hecho trizas.

Hoy, por casualidad, miré hacia ese hermoso cristal y me descubrí primariamente colorida, geométricamente definida por el amarillo, el azul y el rojo, colores del universo, primarios sin mezcla alguna, cuya separación también estaba contenida en otros rectángulos de otro color, el blanco, que vive en todos los demás colores; toda la geometría de esta belleza se encontraba a su vez, magistralmente dividida por el color negro, que no habita en ninguno de ellos y que no solo anuncia desgracias. Todo sobre mi cuerpo era simplicidad y complejidad al mismo tiempo. Había, como podéis ver, toda una abstracción geométrica de rectángulos sobre mi cuerpo delineado por curvas. ¡Una contradicción dentro de la concepción plástica del gran Mondrian!

Mi artista no creía que el arte necesitara de las figuras y mucho menos de curvas para expresarse. Pero creo que hoy amaneció rebelde contra sí mismo y se dijo: «vamos, que esta mujer necesita de mis pinceladas, requiere de mis líneas». Y es así como consiguió rectangulizar todas mis formas y despertar mi felicidad, que a veces duerme más de sus horas reglamentarias. 

Su neoplasticismo, el de Mondrian, por una vez se empleó con esmero al delinear las formas sobre mi extraña, para él, superficie curvilínea. Mi extensión no plana, no carente de recovecos, solo por hoy, le sirvió para continuar sus indagaciones sobre ese absoluto contenido en su obra. Hoy su espiritualidad atravesó mi cuerpo haciéndome sentir que mi físico poco atractivo para él, podría también ser utilizado como base para su propuesta de arte abstracto. Lo único que, eso sí, quiso dejar muy en claro, es que no renuncia a su rechazo de mostrar rostros. Por ello, mi cara, a diferencia de mi cuerpo, hoy amaneció tan normalita, simple y cotidiana, como siempre lo ha sido. Mi cuerpo agradece al gran pintor holandés, porque tan solo una vez, y sobre él, sus pinceles se hayan posado sobre una superficie voluptuosa.

OLGA GAYÓN/Bruselas

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