Por SANDRA GARCÍA
El cantante colombiano de reguetón J Balvin sacó su último sencillo titulado “Perra», el cual generó mucha controversia no solo por su letra, sino por el vídeo, a tal punto fue eliminado de YouTube tras recibir avalanchas de críticas negativas por parte de seguidores y no seguidores.
Tanto la letra de la canción como el vídeo contenían un mensaje altamente misógino, machista, clasista y racista, que llegó incluso a “horrorizar» a uribistas como la vicepresidenta de Colombia, Martha Lucia Ramírez, quien envió un mensaje de rechazo hacia la canción y su contenido.
Aunque es evidente que la doble moral está servida en Colombia en las esferas políticas, sociales y religiosas, es necesario hablar del tema y no justificar o minimizar un acto tan grave como el que cometió J. Balvin, pues no sólo es una canción más, es un retroceso en el respeto de los derechos sexuales y la libertad femenina.
Es el momento para que “Joselito” y muchos hombres más aprendan la diferencia entre sensualidad, sexualidad y violencia sexual, ya que, aunque les pueda sonar igual en su pensamiento patriarcal, son muy distintas y no deben ser temas de tabú, ni ser utilizadas para clasificar o cosificar a las mujeres.
La sensualidad es un arte subjetivo, donde se explora la atracción y el placer por medio de los sentidos, sin que esté relacionado con la genitalidad o el sexo. La sensualidad no es esclava del sexo. Cuando una mujer se toma fotos o viste de determinada manera, deja fluir la expresión de su sensualidad. Esto no significa que ande en busca de sexo o desee un encuentro sexual.
Las mujeres también pueden expresar libre y abiertamente su sexualidad, sus gustos, preferencias y maneras de tener sexo, sin que traiga consigo una “etiqueta social” o la disponibilidad sumisa e inmediata para tener relaciones con cualquier hombre que se atraviese.
La mojigatería y la camandulería condenaron el placer sexual femenino por siglos, a diferencia de los hombres. Es más, la excitación femenina fue considerada por mucho tiempo una enfermedad. Hablar libremente del placer sexual femenino se convirtió entonces en una revolución: juguetes, ropa, accesorios, películas, porno y música fueron algunas de las maneras en que las mujeres empezaron a apropiarse de su sexualidad.
En la música urbana existe una evidente combinación entre sensualidad y sexualidad, pero con un fuerte y tangible tinte machista, que en muchas ocasiones traspasa la delgada línea, llegando a convertirse en violencia sexual.
La violencia sexual en la música empieza con la reproducción de patrones misóginos y machistas que vemos cotidianamente, dónde los hombres en su pirámide patriarcal suponen y actúan sobre la sexualidad femenina sin detenerse a preguntar, sin tener en cuenta la voz de la mujer, su voluntad y su cuerpo, donde no existe el consentimiento y generalizan, normalizan y alientan ese comportamiento misógino.
No, señor Balvin: las mujeres no somos “perras calientes» ni nos gusta que nos encierren con cadenas, ni queremos que nos saquen a pasear, ni vivimos en celo. Nosotras somos conscientes de nuestra sexualidad, elegimos con quién y cómo tener o no tener sexo, no estamos dispuestas y calientes para cualquiera.
Que nos compare de manera despectiva con un animal es violencia, que aparezcan mujeres encadenadas y enjauladas es violencia, que nos llames “perras” es violencia, que saques a pasear a una mujer con cadenas es violencia. Un mensaje violento en un mundo violento, en un país violento, donde aparecen mujeres violadas y asesinadas, donde todo un batallón de soldados del Ejército Nacional violó a una niña. Sumado a lo anterior, no se debe olvidar que en Colombia las mujeres son golpeadas o amenazadas de muerte por sus exparejas mientras las acusan de “perras”. O asesinadas, en el peor de los casos.
Más allá de lo que muchos pueden llamar “censura”, se trata de establecer límites. Hay cosas como la vulneración de derechos, que simplemente no merecen respeto. La expresión de la sexualidad femenina es válida desde la misma libertad femenina, no bajo el lente de un figurín machista que necesita vender por medio de la violencia hacia la mujer y el escándalo.