Por JORGE GÓMEZ PINILLA
Cuando Jaime Garzón fue asesinado en 1999, a sus 39 años, el caricaturista Julio César González (Matador) estudiaba Publicidad en una universidad de Pereira y no llegaba a los 30. Aunque ninguno de los dos tiene título de periodista -Jaime era abogado-, a los dos los une su fuerte humor político, dentro de un propósito compartido: ser la piedra en el zapato de los dueños del poder.
Matador en una entrevista con la revista Bocas aseguró que “la tragedia de este país es que la gente es muy tonta, por falta de educación y porque se deja comprar”. Y Jaime decía, en sus conferencias con universitarios: “todavía les hacemos la venia a los que manejan el poder, sin asumir que el Estado es nuestro”.
¿Quién no recuerda a Garzón en Quack o en Zoociedad, cuando imitaba a la perfección a las figuras más reconocidas y polémicas del ámbito nacional? Sus severas actuaciones, además de hacer reír, lograban el mismo efecto que producía cada nueva intervención del expresidente Alfonso López Michelsen desde sus aposentos: ponía a pensar a los colombianos.
Eso mismo -poner a pensar- hacen personas como Matador con sus “mamarrachos”, sumado a que hoy asume una posición de liderazgo ante la opinión pública con sus lúcidos planteamientos en El Debate de Semana TV, todos los días de lunes a viernes. Desde esa tribuna diaria de opinión se está convirtiendo en uno de los principales “influenciadores” del país, en su condición de contraposición al poder político imperante.
En consideración a lo anterior, si me pidieran una definición que cobijara por igual a Jaime Garzón y Matador, diría que son dos “humoristas y líderes sociales”.
Jaime satirizó duramente a políticos como Ernesto Samper, pero igual lo hizo con Andrés Pastrana, al que le recordaba el fracaso de sus obras como alcalde de Bogotá. Incluso alcanzó a alertar sobre Álvaro Uribe cuando era gobernador de Antioquia, cinco años antes de que fuera presidente, pero el país lo tomó a chiste.
Uribe llegó el 2002 al poder y, como si Garzón le hubiera pasado el relevo a Matador, este comenzó a “darle palo” a su gestión como presidente, primero en el periódico La Tarde de su natal Pereira y desde 2003 en El Tiempo, donde su trabajo empezó a ser reconocido.
Lo cierto es que Matador estuvo punzantemente crítico de la gestión de Uribe durante sus dos períodos presidenciales, y luego cuando fue elegido como senador: “Yo no me inventé a Uribe, él se inventó solo”.
También estuvo dibujando durante ocho años a Juan Manuel Santos, a quién apoyó en su proceso de paz, pero fue muy crítico en otros aspectos de su gobierno. Con Duque ha sido implacable, a tal punto que quizás sea el culpable de que a nuestro mandatario se le relacione con un cerdo (marrano o porcino, quiero decir).
El problema es cuando la piedra en el zapato les saca la piedra a los dueños del poder, y comienzan entonces por las amenazas, recibidas tanto en la figura de Jaime Garzón en su momento, como en la de Matador. En 2018 seguidores uribistas y del Centro Democrático lanzaron serias intimidaciones al caricaturista, verbi gratia Francisco Javier Andica y Ariel Ortega Martínez, ambos militantes de ese partido. A este último el caricaturista lo denunció y se libró contra él orden de captura, y luego quiso reunirse con su demandante para evadir la pena, pero Matador se negó a recibirlo. (Ver noticia).
Lo cierto es que desde su escalafón de líder social -ganado a pulso- intenta ponerse en el lugar de los que no tienen los medios para criticar los estamentos del poder, “para trasgredir el culto a la personalidad y burlarse de esos tipos allá arriba, así les importe un culo”.
Garzón, quien trataba de hacer lo mismo, no entendía esa doble moral del colombiano: “este país se escandaliza porque uno dice hijueputa en televisión, pero no se escandaliza cuando hay niños limpiando vidrios y pidiendo limosnas. Eso no les molesta, eso es folklore”.
La única respuesta posible, es el poder del humor: Garzón sabía que más allá de la risa producida por sus comentarios sarcásticos, algo debía quedar. Para Matador “el poder no puede con el humor. ¿Cómo lucha usted contra una caricatura? Matando al caricaturista o amenazándolo. Es una forma de odio, de censura”. Son palabras tomadas de una participación suya en la Feria del Libro de Bucaramanga (ULibro) en 2018, lo mismo que estas: “¿Ustedes se imaginan si el día que a Jaime Garzón lo mataron, hubiera tenido una camioneta blindada? Nos hubiésemos ahorrado la tristeza de perder a un tipo tan talentoso”. (Ver noticia).
No me atrevo a creer que Matador le vaya a pasar lo mismo, pues son tiempos diferentes: mientras en el caso de Garzón el paramilitarismo fue instrumentalizado por fuerzas siniestras para eliminar a los que no eran de su agrado, en las circunstancias actuales cualquier acción contra Matador se volteará de nuevo contra quienes pretendan actuar contra él.
Sea como fuere, nunca se puede descartar que aparezca algún loquito por ahí que quiera hacerle el favor a su patrón de sacarlo del camino…
De esos loquitos sí hay que cuidarse, y es por eso que el mismo riesgo lo siguen -seguimos- corriendo todos los que se atreven a enfrentar hoy a la Bestia herida, sedienta de sangre y de venganza.
DE REMATE: En referencia al asesinato de Jaime Garzón, con esto les digo todo: José Miguel Narváez, condenado como gestor de ese crimen, fue nombrado por Marta Lucía Ramírez a pedido de Álvaro Uribe como asesor de Inteligencia del Ejército y “no actuaba como rueda suelta sino como vaso comunicante entre las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y parte de la plana mayor del Ejército Nacional de esa época”. (Ver noticia).
REMATE 2: El descarado “préstamo” de un billón y pico de pesos para Avianca demuestra que estamos ante un gobierno de corruptos que les gusta jugar rudo, bajo sus propias leyes, como si fueran mafiosos. En palabras de Félix de Bedout, «saben que pueden hacer lo que les dé la gana, sin tener que dar explicaciones ni responder ante nada, ni nadie». Es su modus operandi.